¿Entre desiguales?

25/05/2017
 Actualizado a 01/09/2019
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Podrían parecer iguales, pero no lo son, ni mucho menos, treinta años de diferencia las separan.

Unas, las manos débiles de primer plano, fueron a aquellas escuelas de los «maestros de la ciruela» en las que se enseñaba lo imprescindible para vivir y contar, escribieron con el pizarrín y le robaron tiempo a la escuela para ir a trabajar, a ayudar en casa.

Las otras ya tuvieron el privilegio de coger lapiceros y bolígrafos, de estudiar en la enciclopedia y en los cuadernos de Rubio, de ayudar en casa pero después de la escuela, de ayudar a meter la hierba...

Las manos viejas anduvieron por los montes con ganado desde que su ‘dueño’ era un niño. Supieron lo que es tener cerca el hambre. Conocieron de primera mano ese cabronicio inexplicable e inexplicado de una guerra incivil. Volvieron a cuidar vacas, segaron la hierba, la cargaron al carro, se comprimían una y otra vez para ordeñar a mano y arrancar hasta la última gota de leche, que era la última gota de cena.

Para las otras la guerra era una palabra a no pronunciar, la cambiaron por años de paz. Trabajaron pero...

Para despedirse las manos viejas apretaron con ganas, como hacen los paisanos para dar calor ¿Hace un pulso a dedo?

La solución es muy fácil: Ganaron las viejas.
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