Entibadores a cielo abierto

"Mi padre se mató en la mina, yo sólo quiero ser minero"

Fulgencio Fernández
13/03/2016
 Actualizado a 12/09/2019
Contraste entre los tiempos en los que al día siguiente montaban otra galería en el tajo y los de ahora, con el el Club de Entibadores Palentinos. | L.N.C.
Contraste entre los tiempos en los que al día siguiente montaban otra galería en el tajo y los de ahora, con el el Club de Entibadores Palentinos. | L.N.C.
En la mirada que en reportajes anteriores se hacía de otras cuencas mineras era evidente que la situación es grave, muy preocupante. La cuenca palentina es la más leonesa fuera de los límites provinciales, con un buen número de mineros leoneses, con nombres de empresas como Antracitas de Valderrueda, la Hullera Vasco Leonesa llegó a comprar las Minas de Barruelo en 1966, el nombre del empresario leonés Vitorino Alonso se repite al hablar del declive de la cuenca... Suena esta cuenca con la cercanía geográfica de estar al otro lado de la raya, a tiro de piedra... Y la situación allí se define en la primera pregunta:

- ¿Cuántos mineros quedan en estas tres cuencas palentinas de las que hablaba Ricardo Becerro?

- Ninguno, exactamente cero.

Bien es cierto que tres empresarios (antiguos mineros) quieren abrir una explotación, Carbones del Alto Carrión, pero se están encontrando más problemas de los esperados.

Hablar de cifras es eso, cifras. Decir que 10 municipios vivieron casi exclusivamente de la minería ayuda a entender lo que fue esta cuenca. Recordar que llegó a ser gestionada por el Estado a través de Renfe, que la Hullera Vasco Leonesa también compró allí o que en 1950 se montó la Central Térmica de Velilla habla de su importancia, pero detrás de todos estos datos estaban las empresas pero, sobre todo, los mineros.

Y hablar con los mineros de aquella cuenca es toda una sorpresa, encuentras gente que se niegan a decir aquello de que "ibas a la mina porque no había otra cosa"; ni mucho menos, se sienten mineros. Hay historias realmente sobrecogedoras.

Nada de obligado, yo iba a la mina encantado, no quiero otro trabajo. Estuve 21 años y estaría más Como la de César Carneros Andrés, ya prejubilado pero aún joven, quien insiste una y otra vez: "Nada de obligado, yo iba a la mina encantado, no quiero otro trabajo. Estuve 21 años y estaría más".

Puede parecer que "queda bien" pero resulta que la historia que lleva a sus espaldas bien podía hacer creer que huiría de la mina. "Mi padre fue minero y se mató en la mina, muy joven, pero yo sólo quería tener edad para ser minero también, y lo fui. No quería ser otra cosa y no reniego, todo lo contrario, pese a que tuve un accidente muy grave, gravísimo. Estuve cinco días en coma, cuando desperté estaba en el Hospital en Valladolid, lo veía todo azul, pero nada más que empecé a mejorar no quería más que coger el alta y a trabajar".

El accidente se produjo cuando con otro compañero, Mauro Díez Monge, recuperaban el posteo. Apretó el techo y saltó una tijera cuando pasaba César, le dio en la cara, le rompió los dientes y la mandíbula... "Por suerte perdí el conocimiento pues tuvo que ser muy doloroso"; dice gastando bromas, como ha hecho siempre.

Un minero "contra viento y marea" pese a que la mina ya le recibió de uñas en su primer día de trabajo. "Iba con mucho miedo, era un rapaz, monté en un vagón y descarriló, sería para probarme", dice de nuevo bromeando, aunque se pone más serio para explicar que "la que sufría era mi pobre madre, que perdió a mi padre y yo empeñado en ir a la mina. Cuando me casé y dejé de vivir con ella tenía que pasar todos los días por casa para que viera que estaba bien".

la que sufría era mi pobre madre, que perdió a mi padre y yo empeñado en ir a la mina. Cuando me casé y dejé de vivir con ella tenía que pasar todos los días por casa para que viera que estaba bienCésar, el citado Mauro, y otros mineros como José Varona y Evaristo de Pablos también tienen historias que harían pensar en que no les debía gustar la mina en exceso y, sin embargo... "Yo reconozco que cuando entré no me gustaba, pero le fui cogiendo el tranquillo y me acabó gustando, y eso que había visto lo que sufrió mi padre con la silicosis, que se lo llevó muy joven. Mis hermanos se fueron al País Vasco peroyo me quedé y entré en la mina", explica Evaristo de Pablo, que trabajó 24 años en Antracitas de Velilla. "Llegamos a ser 360 trabajadores de interior, hasta que vino Vitorino y acabó con todo, traía unas máquinas enormes, que no servían para estas explotaciones, pero las tuvo hasta que cobró la subvención y marchó con ellas para otra parte".

También José Varona dice que le fue cogiendo gusto a la mina con el tiempo "y volvería a ser minero". También su padre murió joven de silicosis, con 49 años, y después de trabajar en La Pernía, Guardo y Antracitas de Velilla durante 24 años si tiene que elegir lo mejor que encontró no tiene duda: "El compañerismo. Fuera de la mina no se puede entender lo que es eso, pero es muy fácil, que tienes que dar la vida por el de al lado porque él la daría por tí".

Historias muy parecidas, añoranzas similares que han canalizado, con otros muchos mineros (ellos se niegan a ser ex mineros) de la comarca a través del Club de Entibadores Palentinos, que matan el gusanillo de lo perdido realizando exhibiciones, reproduciendo galerías, coleccionando lámparas, incluso actividades no mineras, como el concurso de ollas ferroviarias.
Ayer mismo inauguraban una exposición temporal en el Museo de la Siderurgia y la Minería de Sabero, titulada ‘en la galería’, con todos los elementos y herramientas que podría encontrar quien hoy entrara en una galería minera de la cuenca palentinoleonesa... si existiera.
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