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Encrucijada histórica

23/10/2018
 Actualizado a 18/09/2019
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España se encuentra de nuevo en una encrucijada que muchos no quieren ver porque ignoran su Historia o bien porque obedecen a oscuras consignas e intenciones vergonzantes ya que propugnan sus propios intereses.

La Historia vuelve a repetirse con demasiada frecuencia aunque naturalmente salvando las distancias que el tiempo, las costumbres y, a veces, aunque no siempre, la racionalidad impone y las «fuerzas de influencia» dictan a la sociedad.

La reciente moción de censura, los nacionalismos extremos, la actuación de movimientos minoritarios que desean imponer sus costumbres a la mayoría, el tratamiento a la migración, la corrupción que invade la vida económica y política, la falta de acción y resolución de hechos que requieren soluciones ágiles, administrativas, jurídicas y políticas y la ausencia de un sentido nacional de respeto hacia lo que representa la entidad superior de un país y la descalificación del que no piensa igual, nos lleva al cóctel que en cualquier momento impide la convivencia y propicia el enfrentamiento.

Todo esto viene incentivado por la falta de un acuerdo nacional en ciertas áreas que nunca debieron descentralizarse como es la educativa.

Cualquier lado del prisma nacional nos puede ofrecer aspectos que una buena educación en el seno familiar y en la escuela de base se soluciona de forma tranquila y con una efectividad en el comportamiento de los ciudadanos que es para toda su vida.

La catarata de noticias que debemos soportar todos los días es importante para establecer un observatorio de la conducta ciudadana en este sentido.

Nuestros infantes se ven amenazados por ejemplos indecorosos que surgen desde todos los ángulos. Las familias sufren del mal de altura de la credulidad: todo para los hijos con permisividad absoluta y sin correcciones adecuadas y razonables, la adolescencia vive un nirvana falso con una permisividad excesiva y un uso de los falsos derechos que quieren tener antes de tiempo con un desprecio absoluto hacia la norma y con un descaro y falta de respeto hacia sus mayores, los adultos viven en una nube de derechos y reivindicaciones aunque no hayan dado un palo al agua en su vida desentendiéndose de los principales deberes que tiene un ciudadano.

La sociedad está enferma y su evolución es preocupante porque las soluciones que se aportan lo único que hacen es radicalizar más el mal.

Ciertamente que hay un buen número de ciudadanos que está saliendo de su letargo y se está implementando la responsabilidad y la preocupación ante tanto derroche e insensatez.

Los gestores tienen su parte de culpa y muy grave, porque están utilizando el poder como un arma arrojadiza y un juguete demasiado peligroso porque no lo saben manejar.

Nuestra sociedad debe reformarse y evolucionar pero siempre desde la base de la unidad a pesar de la diferencia, de la fraternidad, de sentir una nación como la española con sus señas de identidad que deben ser respetadas por todos, de la colaboración para transformar y regular las injusticias y no desear implantar sus criterios a todos los que no piensan igual, de encontrar en definitiva el camino de la paz y la prosperidad de forma colaborativa y nunca con el enfrentamiento y la descalificación.

Si otras naciones han encontrado ese camino y no debemos ir muy lejos para corroborarlo in situ, ¿por qué nosotros no?

La solución la tienen los que acceden al timón de la nave y no llegan nunca al acuerdo de la educación de base de un pueblo y tiran por la borda un gran acuerdo nacional por la educación sólido, eficaz y moderno.

Mientras tanto el pueblo se debate en la inconsistencia, la astracanada y las ideas fantásticas del primer socio de la ignorancia que desee probar las mieles del poder sin saber qué hacer en los momentos cumbres en que debe desenredar la leyenda negra, el subsidio nacional y el abuso de aquellos que usan la maquinaria estatal para su propio beneficio.
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