20/09/2020
 Actualizado a 20/09/2020
Guardar
No hay semana en que no estalle en España la deflagración de un crimen machista. Con la paradoja de que ambos, agresor y víctima, en la mayoría de los casos gozaron en su día de una efervescencia de besos, caricias y parabienes hasta que la muerte los separe. Hay quien explica el fenómeno del enamoramiento como un «período de enajenación», como «un rapto de locura». Ortega y Gasset lo consideró como «un estado de imbecilidad transitoria». Sea cual sea la definición favorita, hay algo de verdad en estas afirmaciones. Cuando una persona se haya prendida obsesivamente de otra pierde la noción del tiempo, «tiende a estar en las nubes».

Ortega distinguió entre «amor» y «enamoramiento». El amor era para él, en sentido amplio, un talento y una institución, una actitud más que un sentimiento y una forma de relacionarse con el mundo. Enamorarse es un talento maravilloso que algunas criaturas poseen, como el don de hacer versos («Para una psicología del hombre interesante»). Según Erich Fromm, lo difícil es encontrar un objeto apropiado para amar («El arte de amar»). El enamoramiento, en cambio, vino a decir Ortega un año después («Amor en Stendhal»), es un estado de miseria mental en el que la vida de nuestra convivencia se estrecha y paraliza. Un estado inferior del espíritu. Como se ha apuntado ya, «una imbecilidad transitoria».

No todo amor comienza por enamoramiento, ni todo enamoramiento deriva en amor. En el enamoramiento el enamorado concentra toda su atención en una sola persona y esto lo encierra en un reciento hermético sin porosidad alguna hacia el exterior. El alma de un enamorado huele a cuarto cerrado de enfermo. Es como una vela encendida que se apaga o persiste ardiendo según la mucha o pocacera de consumo que tenga. Los deseos son las manos del enamoramiento. Gracias al deseo, necesitamos al otro para uno mismo y compensamos con él nuestras carencias efectivas. Es un estado pre psicótico con la sublime expansión del yo; uno, entonces, se enamora de sí mismo, de lo que quiere oír. El enamoramiento es un hechizo mezclado de humores masculinos y femeninos que producen un trance hipnótico en el que los enamorados caen obnubilados y distorsionan completamente la imagen del otro a cambio de la imagen ideal que tienen en la cabeza. Es un estado de «ilusión» en el que solamente percibimos aquello que nos gusta y nos identifica con el otro. Enajenados y narcisos, los enamorados gozan como embebidos en una borrachera de pasión.

A juicio de científicos, en el enamoramiento se produce el encuentro de un cóctel químico de sustancias que libera nuestro cerebro enamorado. Son unas sustancias las que actúan como estimulantes. Es el caso de la dopamina y la nerepinefrina, que, al aumentar en cantidad, provocan que focalicemos nuestra atención en el ser amado quien se convierte en el centro de nuestro universo. Otras sustancias, como la serotonina, disminuyen sus niveles, propiciando el pensamiento obsesivo, lo que nos impide pensar en otra cosa que no sea él o ella.

Afortunadamente la fase de enamoramiento es relativamente corta y, una vez pasada, el cuerpo y la mente se recuperan. Pirrarse por otro ser podría incluso convertirse en celos, esto es, un alargamiento de vivir obsesionado, desembocando fácilmente en una patología.

Cuando el enamoramiento termina comenzamos a ver el otro como es. Sus defectos se hacen más notorios y molestos y, así, comienzan separaciones y divorcios, críticas o actitudes negativas, improperios, peleas, agresiones y...RIP.
Lo más leído