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En todo el pecho

21/05/2023
 Actualizado a 21/05/2023
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Mes de elecciones y mes de camisetas. Mayo y sus camisetas han llegado, lo que quiere decir que, incluso haciéndose de rogar el calor, hay días en que puedes ponerte (aunque solo sea un ratín) camiseta con vaquero, ¡y yaaa! Eso le da protagonismo a la camiseta, por lo que mucho valiente aprovecha para lucir un mensajito, como si fuese un muro andante, con su pintada pegona. Gente que, como cualquier director de periódico, en invierno se uniforma con camisa de cuadros, puede tanto descuidar sus camisetas como derrochar gracia estos días. Son ejemplares capaces de colocarte una de «Además de feo, soy mala persona» y se fuman un puro. Otros, más presumidos, con bastante rollo a pesar de lo muy repensaditos que están sus conjuntos y acaben la susodicha frase con punto final, también albergan loables intenciones cuando citan discos de Spacemen 3 o Spiritualized.

Pero los mensajes en las camisetas les caen incluso a quienes no miran para ellas. Los hay que llevan algo ahí escrito que ni idea, generalmente en ese patrón inglés global cargado de faltas. Esos incautos no se han parado a pensar lo que dice su letrero ni a intentar traducirlo, y los fabricantes les colocan cada cagarrón, que vergüenza da. Porque no es lo mismo que la frase signifique «Bésame el culo, tonto del culo» que «Por cinco euros, te beso el culo». No echan cuenta, no le dan importancia al hecho de que lo llevan escrito en todo el pecho. Si las letrajas reposasen sobre el dorso de la mano podrían anotar «aspirador, herramientas, sellos» y sin más. Pero en una camiseta les hace parecer, en el mejor de los casos, un post it andante (aunque una que vi de «Me gusta la lechuga, la berza y el brócoli» me tocó la fibra). Mostrar ‘Welcome to Paradise’ cuando eres un fulano configurado con cara de perro sin recambio, es para echarte de comer Friskies. Y no se puede ir por ahí con pinta de peonza y con una camiseta que te etiquete como ‘Sex bomb’ a menos que apellides Jones.

Por acto de contrición, reconoceré que yo mismo me la he jugado a veces. No he tenido reparo en vestir inconscientemente durante años una camiseta que intercalaba fotografías en blanco y negro con una proclama de una activista norteamericana perseguida por la justicia por crimen violento que decía «Fui forzada a ser una guerrera y una luchadora por opresión, si las cosas hubiesen sido de otro modo habría sido libre para convertirme en mucho más». Ignorante de mí en tantas ocasiones, a veces tengo detalles en línea con el sentido común. Por eso la camiseta que más ilusión me hacer ver por ahí, sea en un concierto de la Plaza del Grano o en Príncipe Pío, es esa de «Lo mejor de Madrid es cuando vuelvo para León». Y punto redondo.
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