07/09/2015
 Actualizado a 14/09/2019
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Como dicen en Calzada del Coto (gracias maestro Fernando Herrero), «el paisano, como se siente a pensar, compra una ordeñadora». Esto parece «la casa de tócame Roque» decía mi madre que era de la Ercina y creía que era de Valdehalcón, hasta que un día, actuando su hijo en la Ercina, el alcalde Ignacio se ausentó un momento del acto y, al incorporarse, le entregó una fotocopia dando fe de que Paula Fernández Ferreras había nacido allí en el año 11 del pasado siglo.

Vivimos en precario, como se riegan las enormes fincas en la tierra sin horizontes a la que llega el agua de los canales del Esla que por Vidanes pasa soterrada después de salir del cauce del río al lado del hermosísimo puente medieval del Mercadillo que está entre Sorriba y Modino.

En precario están también muchas de las casas y fincas del «medio rural» (como llaman en la Junta a los pueblecillos) que son ahora mismo casas de tócame Roque y nadie sabe quiénes y cuántos son sus propietarios, muchos de ellos muertos ya, otros en la emigración, y los más en Babia jurídicamente hablando, lo que propicia que todo ello aparezca a los ojos del visitante como en precario.

Dentro de muy poco, media provincia de León será propiedad del Estado. Son muchas las familias que no han regularizado la situación de su patrimonio y los pueblos se llenan de edificaciones y fincas sin dueño reconocible por culpa de no haber hecho en su momento los testamentos o documentaciones debidas.

Casos conozco que se acercan a la centena los llamados a derecho de cuatro paredes ruinosas y unas franjas de monte estrechas y pobladas de espinos y rebollar. La situación, de aquí a poco, se irá volviendo angustiosa e irán cayendo los años suficientes para que todo eso sea declarado como «bienes mostrencos» pasando otros, la Sagrada Junta, a administrarlos en su provecho. Con todos los que hablas te sueltan un ¡qué más da! que pone los pelos de punta. Pero, ya se sabe el refrán: «El que sigue a un rebaño, siempre va pisando mierda». Y, como aquel cura de Calzada del Coto que decía a los paisanos cultivando el huerto: ¡Buena cosecha con la ayuda de Dios! Y el paisano se reía para sus adentros y pensaba: Ya veremos «en cuantas» yo falte.

Tal vez se ponga de moda aquel cantar que entonábamos en la infancia: «Allá arriba, en aquel alto / hay un puchero de mocos/ No se lo digas a nadie / que ya te daré unos pocos».
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