En los infiernos

27/06/2019
 Actualizado a 17/09/2019
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Cada cual que lo conciba como sepa o como bien pueda, pero es cierto que los infiernos nunca han tenido una connotación demasiado buena, a no ser que adores algún tipo de deidad de tipo satánico, por decir algo, aunque este no es el caso a lo que me trae el tema de esta columna. En cualquiera de las culturas o civilizaciones en las que el infierno o el inframundo ha convivido con las creencias populares en las que por supuesto, quien las hace las paga con una vida eterna en un lugar de condena y sufrimiento. Ahora bien, mucho ha cambiado la historia cuando los que las hacen no las pagan y les toca a otros cumplir condena en vida. Solo hace falta mirar un poco a nuestro alrededor, personas honestas cuyo pecado ha sido vivir bajo un visión de vida asentada en la buena voluntad. Nuestro convencimiento sobre ser o no ser buena persona ya no tiene la validez de hace cuarenta años, la doctrina en la actualidad se ciñe expresamente a otros valores que se alejan mucho de ser una persona honrada y este mensaje está calando en toda la sociedad, lo más peligroso, los que vienen detrás que ven como quienes la «lían parda» no solo no obtienen un castigo, en muchos casos incluso premio. Así es, queridos lectores, vivimos en primera persona el esperpento, tal cual lo creara Ramón María del Valle-Inclán en el que se representa una realidad deformada y grotesca, en donde además observamos una degradación de los valores, llevados estos últimos a situaciones ridículas. Vivimos en los infiernos, en un inframundo gobernado por seres esperpénticos que se alimentan de nuestras vidas, de nuestro día a día y nos condenan a vagar con el peso de un castigo que no nos corresponde llevar. Los errores se pagan, pero cada cual el suyo, podrán intuir a quienes me refiero, bancos, políticos, empresarios deshonestos, una justicia que bien parece estar hecha para beneficiar a unos pocos y un largo etcétera de circunstancias que al final pues pagamos entre todos, claro los que no tenemos beneficio alguno en todo este ‘tinglao’. Menuda la que estamos montando señores, la permisibilidad nos está matando y a falta de chalecos amarillos en nuestro país, aquí todo el mundo merodea sin temor alguno a ser increpado y así nos va, vamos que no damos pie con bola alguna y sí pecamos mucho de incrédulos. Esta es la cultura que estamos desarrollando, una que no interesa en absoluto que se pierda, ya que es el caldo de cultivo de muchos de los males que nos acechan a diario. Ni revolución, ni nada señores.
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