"En los 60 formábamos un gremio muy solidario y participativo"

‘40 años de música moderna en León, 1950-1989’, el libro de Jesús García ‘el Beatle’, es un reflejo fiel de la sociedad leonesa de aquellos tiempos. No sólo trata de música sino que es historia de aquel León que hoy parece tan lejano

Carlos del Riego
21/12/2019
 Actualizado a 21/12/2019
Los Ankar, de Astorga, 1964.
Los Ankar, de Astorga, 1964.
Alguien tenía que hacerlo y ha sido Jesús García, conocido en los ambientes musicales leoneses como ‘Chus el Beatle’. Músico, pionero, técnico de sonido, emprendedor…, Chus estaba allí desde el primer minuto, y por ello pocos estarían más capacitados para llevar a cabo esta obra monumental, '40 años de música moderna en León, 1950-1989 Volumen 1’ (o sea, habrá continuación). Como el propio autor explica en el prólogo, su intención nunca fue hacer una historia de la música en León, ni un diccionario ni nada por el estilo, sino que su única pretensión era (es) homenajear, reconocer y recuperar a todos aquellos que, humildemente, fueron añadiendo eslabones a la historia de esta música leonesa que comenzó hace unos setenta años.

El libro impresiona. 462 páginas con fotos, documentos, comentarios y reflexiones de la época, es decir, todo situado en su contexto. 205 reseñas personales. 1.547 fotografías perfectamente fechadas y situadas de músicos, grupos, orquestas, solistas y, en fin, de todo aquel que tuviera relación con la música en León. 24 capítulos, prólogos (interesantísimos) y anexos. Más de nueve años de investigación y trabajo minucioso a cargo de Chus, único autor, editor, maquetista y patrocinador (solicitó ayuda a organismos oficiales, pero le salieron ‘rana’). Una auténtica obra historiográfica.  

El primer texto con el que se topará el lector es el prólogo que firma nada menos que Ignacio Martín Sequeros, fundador del emblemático grupo Los Pekenikes, compañero, colega y amigo personal de Jesús García. El que fuera bajista, pianista y armónica del legendario conjunto explica lo que fue y lo que para él significó aquel momento, y también repasa sus visitas profesionales a León. Esta primera firma da una idea muy certera del alcance, intención y calidad de este gigantesco trabajo que, sin duda, está hecho desde el corazón y por verdadero amor al arte. Investigador y recopilador, Chus también es un auténtico experto en todo lo que tiene relación con la música, ya que es músico y técnico, por lo que le viene a medida eso de ‘ha sido cocinero antes que fraile’. Todo empezó en los años sesenta: «Así es, primero fui músico, desde 1968 hasta 1989, y desde 1986 hasta la actualidad me he dedicado a la parte técnica. En total llevo 33 años en este ambiente. Pero en realidad yo ya estaba atrapado por la música desde niño, pues escuchaba lo que cantaba mi madre, lo que se cantaba en los bares y, claro, lo que sonaba en la radio, que eran canciones de posguerra, mejicanas, boleros…, lo que se escuchaba en la España de los primeros sesenta y que yo ávidamente devoraba».La idea del libro tuvo un antecedente, pues Chus ya venía recopilando fotos e información de todo grupo, orquesta o solista de León: «Yo estaba muy tranquilo subiendo todo eso a Facebook, pero me llegaba tanto material que casi me desbordaba. Entonces un amigo me aconsejó pasar a papel todo y me dejé convencer; luego me sentí un poco desbordado pero me dije que si había llegado hasta allí no era cosa de retirarse, o sea, no iba a permitir ser derrotado por un libro».Las abundantes entradas que ofrece el libro sitúan muy bien al lector en aquellos años de formación de la música moderna (como entonces se la conocía) en León. Este libro de Jesús ‘el Beatle’ refleja cómo fue aquello en esta ciudad: «En los sesenta y primeros setenta los grupos capitalinos nos conocíamos todos, estábamos muy en contacto. Yo diría que formábamos un gremio muy solidario y participativo, era normal ir a ver los ensayos de otro grupo y que otros vinieran al tuyo, y así aprendíamos unos de otros los trucos, acordes, ritmos… Y cuando tocaba uno en una sala de la capital allí íbamos los demás. Nos atrevíamos con los Troggs, con los Monkeys…, los Beatles era más complicado. El Club Radio, El Trianón o salones de actos de los colegios e institutos eran los principales escenarios en un principio. Pero cuando nos empezaron a contratar y pagar empezamos a montar cosas menos ‘modernas’, cosas más de orquesta y así ofrecer algo para cada todo tipo de públicos».Este espíritu de fraternidad entre grupos también está perfectamente descrito: «Sí, ese concepto casi de hermandad, de sindicato, fue muy importante entonces. Fue muy curioso cuando empezamos a tocar en salas de fiestas o en fiestas de los pueblos, pues de las orquestas nos decían que nos estábamos metiendo en su terreno, sin embargo, al comprobar que nuestras canciones gustaban y eran muy aplaudidas por parte del público, también ellos decidieron incluir algunas de las que hacíamos nosotros. Llegó un momento en que los conjuntos eran un poco orquestas y viceversa. Lo bueno es que había mucho trabajo para todos. Fueron unos años buenísimos. Luego aparecieron las discotecas, con platos y discos, lo que hizo que conjuntos y orquestas quedaran un tanto desplazados; además, un poco después proliferaron salas de fiesta con bingo, de modo que ya no quedaba sitio para la música en directo».Los grupos e incluso el movimiento musical que a tantos jóvenes leoneses atrajo también se notó fuera, subraya Jesús: «Hay un capítulo que se titula ‘León y Liverpool’, lo que no quiere decir que nuestra ciudad fuera la Liverpool española (nada de eso), sin embargo sí estoy seguro de que había en cada barrio de León casi tantos grupos como allí, y eso resultaba muy estimulante. De hecho, siempre me ha sorprendido el reconocimiento que tenían fuera de León los músicos y el ambiente musical que había por aquí en los años sesenta. Y no se debía a los famosos concursos de conjuntos músico-vocales que hubo, sino que yo diría que aquellos certámenes fueron el complemento, la guinda, pues antes de eso ya había por aquí mucha ‘movida’, aunque esta palabra ni existía».Jesús García, como experto en todo lo relacionado con la música en León, analiza en el libro algunas causas de aquella vitalidad: «El lector se sorprenderá al comprobar cómo chavales de 15 o 16 años se organizaban para todo, buscaban su local de ensayo, se apañaban para que una guitarra española sonara como una eléctrica (conectándola con un cable a un aparato de radio), se buscaban la vida para aprender los acordes de esta o aquella canción, incluso tenían capacidad para ejercer como pequeños empresarios. Esto es de lo más curioso y admirable que había en León, y aunque lo mismo o parecido ocurriera en otras ciudades, como yo lo viví aquí… E insisto en el espíritu gremial, todos éramos amigos, compañeros que se ayudan, era algo así como una sindicación mental entre los jóvenes músicos leoneses».En este primer volumen se rinde tributo a los primerísimos conjuntos que hubo en León: «El dúo Júgar, acordeonista y batería; luego metieron un guitarrista y pasaron a llamarse Los Tricolores. Los Romanceros, de los que no hay fotos ni grabaciones  aunque sí información. Los Megatones, Los Lancia, Los Paladines… Algunos leoneses tuvieron vidas artísticas muy meritorias y poco conocidas en León. Cuento el caso de Gori, el batería de Los Arañas (año 68 ó 69), un tipo que no sabía música pero tenía un don para esto; aprende por su cuenta, ya que sólo Manolo Quijano (que tuvo mucho protagonismo entonces) enseñaba guitarra; y luego se convierte en batería de jazz de una calidad tremenda, con él se tenía la sensación de que ibas detrás, como si fuera tirando del resto del grupo; luego se fue a Ibiza, donde conoció a un pianista alemán de clásica que se había pasado al jazz; Gori se acopló perfectamente desde el primer día, y juntos hicieron giras por todo el mundo. A destacar a Felicísimo Aller (padre del pianista Julio Aller), que estuvo tocando en una de las salas más importantes de Madrid, ‘La Trompeta de Oro’, durante más de 30 años, pero de vez en cuando lo contrataban para tocar en un crucero o para conciertos en cualquier parte de España; grabó discos y tuvo gran éxito. Los Tricolores fueron contratados para tocar en Mozambique en plena guerra civil, de donde salieron por pies y volvieron contando todo tipo de aventuras y peripecias. Dionisio Abril Cano, que tocó en Líbano, Jordania... Los Megatones, que llegaron a actuar en el norte de África…».

Al final de su etapa como músico Jesús dejó el escenario para controlar el sonido: «En todos los grupos siempre existe la figura del fontanero, el que se hace cargo de los cables, enchufes, aparatos, arreglillos y todo eso, y yo poco a poco me fui metiendo en ello, claro que antes era todo mucho más sencillo. Hoy la tecnología es mucho mejor, y también es diferente el hecho de que hoy canta cualquiera, quiero decir que entonces existía una máxima que decía que si no cantas (bien) no cantes, mientras que ahora canta todo el mundo y de cualquier manera, bien o mal; yo creo que es un error, pero que cada uno haga lo que quiera».

El libro termina en 1989: «Pero no porque no haya buenos grupos después de ese año, sino porque he querido acotar, ya que ir más allá sería meterme en algo que no conozco tan bien. Por eso, el segundo volumen no será una continuación, sino un complemento del primero, es decir, seguirá siendo del 50 al 89. Y es que cuando le llevé todo el material al editor se lo presenté bien clasificado, carpeta de fotos, de pie de foto, de textos, de reseñas personales…, él se puso muy contento pero me dijo que todo eso precisaría un libro de más de mil páginas con un peso de más de cinco kilos, o sea, que había que cortar y dividir la obra en dos tomos. De este modo, en el segundo volumen podré incluir todo lo que no entró, lo que olvidé o lo que me sigue llegando actualmente. Si alguien quiere hacer un trabajo que comience en 1989 yo le cederé gratuitamente todo el material que tengo».  

Sin duda este libro era necesario, entre otras razones porque presenta un reflejo muy fiel de la sociedad leonesa de aquellos tiempos, es decir, no sólo trata de música, sino que es Historia de León, de aquel León que hoy parece tan lejano.
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