"En León se fabricaron las primeras pastillas pectorales"

Rocío Rodríguez Herreras, periodista científica miembro de la Asociación Española de Comunicación Científica, ‘pasea’ por las calles de la ciudad de León para rememorar la importancia de la industria química en ella y los antiguos lugares donde se desarrolló

Fulgencio Fernández
26/01/2020
 Actualizado a 27/01/2020
farmacia-merino-leon-26120.jpg
farmacia-merino-leon-26120.jpg
Rocío Rodríguez Herreras, periodista científica miembro de la Asociación Española de Comunicación Científica, es un torrente de explicaciones que argumentan la importancia de la investigación, de la profesión química y su presencia en tantos ámbitos y hasta la tradición de esta industria en la ciudad de León.

Lo hizo este sábado en una amena y documentada conferencia en el Museo Etnográfico en la que partiendo de una pieza del mismo —una probeta procedente del Instituto Provincial de Higiene— propuso un paseo por las calles de la ciudad de León para recordar un buen número de lugares vinculados a la industria química y su incuestionable importancia histórica.

- Antes de iniciar el paseo, ¿hay algún hecho significativo que ilustre esta importancia?
- Voy a citar dos, como ejemplo. Las primeras pastillas pectorales, y la gente de cierta edad sabe muy bien de qué hablo, se fabricaron en León; y el segundo la celebración en 1876 de la Exposición Regional Leonesa de productos Químicos y Farmacéuticos en la que se esperaba la presencia de empresas de las provincias vecinas y acudieron de 29 provincias.

La Fábrica Merino


Y así inició el paseo, a la sombra de la Catedral y con un nombre muy importante en el sector: Merino.

Detrás de la Catedral, en la calle San Lorenzo, estuvo la Fábrica Merino, de evidente importancia nacional e, incluso, internacional. Abrió sus puertas en 1864 y al frente de ella estaba Gregorio Felipe Merino. Tenía cinco edificios y en ella fue donde se fabricaron las citadas pastillas pectorales y también hacían cloroformo, tan importante entonces en anestesias y similares», explica Rodríguez Herreras como primeros pasos del recorrido por León convertido en un viaje a los laboratorios químicos del siglo XIX y primer tercio del siglo XX en la ciudad de León.

Muy cerca de la Plaza de Regla, en la calle Domínguez Berrueta, está la segunda parada, aunque sin cambiar de apellido: La Farmacia Merino, fundada en 1827, y que en la actualidad «sigue abierta en la Calle Ancha, con otra propietaria peroque cuida y custodia las probetas que en otro tiempo sirvieron para la elaboración de fórmulas magistrales que sanaban las dolencias de los leoneses. Tanto la fábrica como la farmacia fueron gestionadas por la familia Merino».

Recuerda Rocío Rodríguez hechos que hablan de la importancia de aquellas industrias Merino, que desarrollaban en la farmacia fórmulas con los productos de la fábrica, pues «en 1951, al acabar las obras de la nueva ubicación Dámaso Merino recorrió los pueblos de la provincia para enseñar a los leoneses cómo recoger los productos que tenían utilidad farmacéutica. Era muy bien recibido, tocaban a concejo y la mayoría acudían a escucharlo». Y cita otro ejemplo de la buena acogida de estas industrias:«En el incendio que sufrió a finales del siglo XIXse tocaron las campanas de la ciudad y los leoneses acudierona sofocar el incendio».

Repara R. Herreras en el hecho de que en la familia Merino se daba la doble condición de investigadores y políticos, «tal vez ahí radica esa preocupación por la investigación que ahora se echa de menos».

Instituto general técnico


Otro aspecto que le parece interesante a Herreras en León es la ‘diversificación’ en la presencia «de probetas» en distintos ámbitos de la ciudad. La siguiente parada en su recorrido es en el desaparecido Instituto General Técnico, en la Plaza de Santo Domingo . «Se había levantado en 1846 en otro edificio que no es del actual Instituto, ya que fue derribado en el siglo XX (1966) por intereses urbanísticos nada justificados, fue una pena pues se trataba de un precioso edificio». Recuerda que en aquel viejo instituto se instauró el llamado Plan Pidal, que impulsaba Gil de Zárate. «Fue muy interesante la presencia de laboratorios en los centros en enseñanza, divulgar la ciencia entre alumnos y profesores, que disfrutaron con pasión de sus trabajos de investigación. Algunas de aquellas probetas del laboratorio de Química y otros instrumentos se conservan cuidadosamente en una vitrina situada en el actual Instituto de Secundaria Padre Isla».

Laboratorio municipal


La siguiente parada en el paseo se produce en la Casa de Socorro y el Laboratorio Municipal. Éste último ya habla de la desidia política con la investigación «pues debería estar creado, por ley, en el año 1901 y no se abrió en León hasta 1925. Incluso nació con quejas, recogidas en la prensa de la época, pues tenían que venir a atenderlos técnicos de fuera de la provincia». La cara positiva es que «estaba dotado de una importante colección de instrumentos volumétricos, entre los que se encontraba la probeta protagonista del recorrido este sábado planteado en el Etnográfico de Mansilla, necesaria para la realización de análisis de alimentos y para la administración de vacunas que tantas vidas de leoneses salvaron». Entre las vacunas destacaba la de la rabia.

Este Laboratorio dependía del Ayuntamiento y la Diputación creó otro parecido, el Instituto Provincial de Higiene, lo que despertó algunos recelos entre ellos, pues tenían las mismas funciones: vacunación, análisis... «Quejándose unos de los gastos de los otros».

Papelera y Abelló


Y la última parada, pasando el puente, nos lleva a lo que hoy es el Edificio Abelló pero con una interesante historia anterior. «Dos inscripciones en sendos edificios Productos y Químicos, nos recuerdan que hubo un pasado con mucha ‘química’ en el interior de los rojizos ladrillos que por un momento nos trasladan a algún barrio de la capital británica que atraviesa el Támesis». Allí nació en 1900 la Papelera Leonesa, más tarde Unión Química Española. «La instalaron allí porque estaba cerca del río, necesitaban agua, y de la estación, pues la mayoría del papel era para la prensa. En esta industria también participó la ya citada familia Merino». Con el auge de la prensa la empresa comenzó a crecer, pero en 1907 sufrió un incendio y llegó una mala época. «También en este incendio se tocaron las campanas y acudió la población, pero el material de la industria hizo que se propagara rápido». Pasó después a una sociedad asturiana hasta el desembarco de la Fábrica de Productos Químicos Abelló, que contribuyó al desarrollo de la Industria Química y Farmacéutica de la ciudad de León, en la que sigue siendo un referente, por lo que cree Rodríguez Herreras «sería un gran impulso que este edificio albergara el Museo de la Química y la Farmacia, que es un gran aliciente incluso en el sector turístico, como he podido comprobar no hace mucho en una Feria de Turismo Industrial impresionante, no olvidemos que, por ejemplo, la enología también es química».

Fin del paseo ‘químico’, con una reivindicaciónúltima: «Todos tenemos que ayudar a borrar el mal concepto que se tiene de esta palabra, que cuando algo es nocivo dicen es química. No».
Lo más leído