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En la nueva subnormalidad

04/06/2020
 Actualizado a 04/06/2020
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Si la pandemia iba a ser una revolución, cada semana nos va dejando menos libres, menos iguales y menos fraternales. La nueva normalidad asoma con más ofendidos, buitres y fanáticos que nunca. Más subnormales, vaya. Entendiendo por tales, ojo que aquí la RAE es más que desafortunada y necesita una urgente revisión, a quienes hacen de su odio barricada. Y es que en esta nueva subnormalidad, las redes sociales, los parlamentos y, lo que es más alarmante, las calles se alimentan a base de un odio que, por definición, siempre emparienta con la ignorancia.

En las redes sociales de la nueva subnormalidad nadie puede ser muy leonés, español o bosquimano sin odiar a otro. El insulto es el mejor argumento y una noticia falsa se convertirá en cierta siempre que pueda darte la razón. El mal rollo se ha sacado la oposición de ‘trending topic’.

Mientras tanto, las reyertas parlamentarias de la nueva subnormalidad se han vuelto a superar en indecencia ¿Debate constructivo? Una quimera entre el «por mis cojones de Gobierno» y aquel que grite más alto ¿Sentido de Estado? Algo que exigir y no poner nunca en práctica. Los nuevos partidos, resultado de la inoperancia de los viejos, azuzan el guerracivilismo y la moderación muerde el anzuelo.

Al mismo tiempo, desde las dos aceras ideológicas, la calle clama contra «la prensa y la política de mierda» sin pararse a pensar que ambas salen directamente de ella ¿Será la nuestra «una sociedad de mierda»? Después de meses de aplausos, ¿puede ser cierto que algunos pacientes vuelvan ya a perder los estribos con los sanitarios por un retraso en su consulta? No deja de ser curioso, hemos tenido que taparnos medio rostro para quedar desenmascarados por completo.

Sin embargo, incluso en esta nueva subnormalidad, aún quedan razones para la esperanza. Tal vez el odio de las redes sea solo postureo, una falsa apariencia más de esos ecosistemas ¿Y ese otro del Congreso? Acabaremos por quedar inmunizados ante tanta exposición al virus del ridículo. Ah, y por esa crispación exhibida en las calles si que no os preocupéis. Nada que no se pueda arreglar con tres rondas de cañas, dos mascarillas, una terraza al sol y la certeza de que no hay mayor revolución que la de superar nuestras diferencias.
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