En la muerte de mi hijo Pablo. ¿Quién defiende a los hombres ante la violencia de género?

María Rosa Riber Yerbes
21/05/2019
 Actualizado a 19/09/2019
Hace ya mas de un mes que mi hijo falleció… Pablo Cano Riber, tenía 34 años y una maldita enfermedad se lo llevó.

Fue una gran persona, un ser generoso, divertido y vitalista, que amaba la vida por encima de todo y la vivía como si realmente no hubiese un mañana, nunca dejaba las cosas para después.

Tenía pasión por la vida, por el deporte, por su profesión, por la naturaleza, por los niños, por sus amigos, por su familia, pero, sobre todo, tenía una pasión muy especial: su hija, a la que adoraba sobre todas las cosas, ella era su prioridad y su mayor alegría, y fue el motor que lo ayudó a sobrellevar con tanta fuerza y positivismo los 16 meses que tuvo que luchar contra la enfermedad que padeció.

Cuando la vida te arrebata a un hijo, se lleva parte de ti, «un cacho grande», y esa falta produce un dolor crónico muy difícil de explicar…

Pablo, quienes te queremos nos quedamos con tu sonrisa y tu sentido del humor, tu generosidad con los demás, tu espontaneidad, con lo buen padre que has sido, con todo lo que has vivido, siempre, por y para tu hija, dejas una huella que nunca nadie podrá borrar.

Quiero, junto a toda mi familia, agradecer a tantas personas que estuvieron a su lado… entrenadores y compañeros del mundo del fútbol y del deporte, a la ONG G-Fire y sus compañeros que formaron equipo en Lesbos, así como a otras organizaciones y ONGs, a los comercios de Valladolid, a compañeros y amigos, a todas esas personas que han escrito en redes sociales y en prensa escrita y digital manifestaciones llenas de palabras de reconocimiento, gratitud y amor hacia Pablo, muchísimas gracias de todo corazón, nunca olvidaremos todas esas muestras de apoyo, cariño y de reconocimiento hacia Pablo.

De un modo especial, quiero hacer mención a algunas de las personas que siempre han estado ahí, tanto en los buenos como en los malos momentos:

Gracias a Irene y Andrew, su hermana y su cuñado, por su amor, a su tía Esther por su apoyo incondicional, a Estela, Marta, Nacho, Tina, Sara & Cia, a sus amigos de la infancia Miguelín, Álvaro, Vanesa y el pequeño Mateo, a Miriam y Fátima, Marta y Javi, David y Ruth, a Borja y Elisa, David y Virginia, a Laura, Nando y su hija Carlota, agradecer también a Alfonso, Sara y a su hija Aitana por ser como son, por haber compartido tantos momentos con él, por ser tan especiales y por haber hecho todo lo posible para hacerle sentirse bien, a tantos otros que me dejo en el tintero… a todos y cada uno de vosotros GRACIAS POR SER SUS AMIGOS.

Ahora, como contrapunto a tanta gente buena, quiero decir que Pablo compartió gran parte de su corta vida con una persona que a pesar de darle lo más preciado que tenía, a su hija, no pudo obrar de peor manera, un mes antes de su fallecimiento tuvo el ‘cuajo’ de denunciar a mi hijo por violencia de género, la denuncia fue archivada en un primer momento por el juez de violencia y posteriormente de modo definitivo por los magistrados de la Sala de lo Penal de la Audiencia Provincial.

Otra mujer más que hace uso de la justicia como si fuera su cortijo con el único fin de hacer daño a Pablo, pues como se demostró, las afirmaciones vertidas no eran reales, no consiguió lo que quería, que no era otra cosa más que alejar a Pablo de su hija, sin embargo, sí consiguió causar a Pablo un dolor irreparable en uno de los peores momentos de su enfermedad, y se llevó las últimas fuerzas que le restaban. Es flaco el favor que tales acciones le hacen a la sociedad, habiendo mujeres que verdaderamente son maltratadas.

Del mismo modo que hay muchas mujeres víctimas de la violencia machista, las hay que ejercen violencia contra sus exparejas de forma silenciosa, aún no se conocen sentencias ejemplares en las que sean debidamente sancionadas tales acciones a pesar del daño que hacen, permaneciendo impunes ante acusaciones muy graves de las que mientras una parte sale airosa la otra sufre lo indecible sin obtener una sentencia acorde con el daño sufrido, se trata de un daño irreparable.

Tras lo sufrido por mi hijo, me planteo que algo habrá que cambiar para que nuestros hijos, sobrinos, nietos, hermanos y amigos no continúen siendo objeto de tal aprovechamiento de la justicia. BASTA YA! Sobra decir que cualquier persona sufriría por un hecho como el que sufrió mi hijo Pablo.

Todos somos personas, todos tenemos derechos, todos tenemos género, la igualdad es cosa de todos.

El daño, ya está hecho y es irreparable, pero quiero que conste.
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