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En la era del adiós

26/06/2022
 Actualizado a 26/06/2022
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Murió la madre de un amigo, hace ya algún tiempo, y me acerqué al tanatorio a darle el pésame. Allí me encontré a un conocido, un fotógrafo, que iba a algo parecido: en su caso, había fallecido la madre del segundo marido de su ex mujer. «Es que nos seguimos llevando muy bien», me explicó mientras yo ponía cara rara al tratar de recomponer en mi cabeza la conexión. Últimamente, ante las noticias de separaciones y divorcios que me encuentro alrededor, pienso en aquel detalle. Parece que no hay lugar en el mundo actual para gestos como aquél y cuando se separan los caminos entre personas resulta definitivo, sin posibilidad de reconciliación.

Otra amiga que lo había dejado con su novio de toda la vida me contó en otra ocasión que hoy en día muchas relaciones se van al carajo porque una de las partes decide que no le viene bien ese vínculo. Igual que cuando te das cuenta de que los zapatos ya no te pegan con el bolso o con el resto de la ropa y los guardas en una caja en el trastero o los metes en una bolsa y al contenedor de Cáritas. Tampoco, decía ella, es plan de volver al sistema antiguo, con personas atadas de por vida aguantando con resignación a alguien que no soportan, pero no podía dejar de lamentarse por la futilidad del amor actual.

Hay quien lo plantea desde el punto de vista logístico: en un festival de música conocí a una gente muy simpática de Algeciras que iba con la ex esposa de uno de ellos. Habían congeniado tan bien que no iban a permitir que una ruptura se cargase las risas y el buen rollo que habían creado. La posibilidad de tener que soltar amarras les daba tanta pereza que, simplemente, siguieron adelante.

En esa línea, me contaba el actor mexicano Diego Luna que lo único seguro en el amor es que éste se acaba. Por un motivo u otro, pero nunca hay que perder de vista ese horizonte. Sin embargo, lo olvidamos y no estamos preparados para cuando llega ese momento, por lo cual suele aflorar lo peor de nosotros en cuanto sucede. Ahora las cosas son, incluso, peores: una sociedad compuesta por niños grandes que no aceptan que sus caprichos no se materialicen, que es incapaz de ceder si no es para obtener algo a cambio.

Por eso pienso tanto en el fotógrafo y en el tipo que le había ‘robado’ a quien una vez pensó que era el amor de su vida. Los dos, echando un ‘piti’ en las puertas del tanatorio, hablando de minucias o del sentido de la vida junto a aquella mujer en común. Unidos por unos lazos que ya no estamos acostumbrados a ver.
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