"En el seminario pasaron cosas monstruosas, que investiguen"

Emiliano Álvarez, primero en denunciar a Sánchez Cao, se siente "respaldado" por el nuevo caso aunque lamenta que a él se le haya tomado por "mentiroso"

C. Centeno
08/01/2019
 Actualizado a 18/09/2019
Emiliano espera desde hace casi dos años una respuesta a su denuncia. | L.N.C
Emiliano espera desde hace casi dos años una respuesta a su denuncia. | L.N.C
Para Emiliano Álvarez contar el «horror» vivido durante los dos años y medio que estuvo interno en el seminario San José de La Bañeza es una «verdadera terapia» con la que alejar los miedos. Por ello no se oculta y repite su historia las veces que haga falta para seguir con su lucha: que «investiguen» y «se sepa toda la verdad», porque «allí pasaron cosas monstruosas».

Él fue el primero en denunciar a Ángel Sánchez Cao por abusos sexuales en el San José de La Bañeza durante 1980. Lo hizo después de conocer el caso de Javier y su hermano con José Manuel Ramos Gordón años después en el mismo lugar. Hace casi dos años –en febrero de 2017– presentó su caso a la Diócesis y, desde entonces, se investiga sin que él haya sabido «absolutamente» nada al respecto, asegura. La Congregación para la Doctrina de la Fe, dependiente del Vaticano, será el organismo encargado de resolverlo mediante proceso canónico.

No ser el único que ha señalado a Sánchez Cao ha supuesto para él «un balón de oxígeno» con el que se ha sentido «reforzado» aunque lamenta que «a mí siempre me han tomado por mentiroso». No fue hasta la existencia de noticias «fundadas» sobre un nuevo caso de abusos sexuales sobre otro exseminarista en el mismo lugar y fechas que el denunciado por Emiliano, cuando la Diócesis de Astorga decidió apartar al sacerdote de sus parroquias y prohibirle el contacto con menores, al menos hasta que se resuelvan las investigaciones. Algo que fue «entre una alegría y una puñalada» para el primer exseminarista en denunciar a Sánchez Cao, que ve como «ahora sí se le aparta mientras que hace dos años no había ningún problema en que estuviera en contacto con niños».

«¿Cuándo de una vez por todas se van a plantear decir, joder, el seminario San José fue monstruoso?», se pregunta Álvarez, ya que de su caso al de Javier pasa una década, en la que «hay conocimiento también de otras víctimas», algunas además en el colegio Juan XXIII de Puebla de Sanabria. El exseminarista asegura por otra parte que «no era uno solo» el que abusaba a pesar de que contra él, según la denuncia, eran cometidos por Sánchez Cao.

«Había veces que hasta en el patio te tenías que esconder cuando estabas jugando porque te llamaba a la habitación», recuerda de un cura que no era Sánchez Cao, «pensabas que era para una bronca pero todos sabíamos para qué era, después te soltaba una hostia y te pirabas», relata.

Eso sí, los mayores miedos llegaban por las noches. «Teníamos una silla de madera vieja al lado de la cama, se sentaba y te bajaba los pantalones y tú te hacías el dormido...», confiesa, «era un horror». Al día siguiente no se hablaba entre los compañeros «por vergüenza», pero «era sabido».

Por eso pide tanto a los que lo sufrieron, «seis o siete en cada habitación éramos víctimas», como a los que no pero sabían lo que pasaba, que lo cuenten y lo denuncien. «Yo a parte de sufrirlo en mis carnes lo vi con mis propios ojos», confirma, algo que «dije en mi declaración y siempre he mantenido» porque «fui de los primeros de este señor pero no fui el único», lamenta Emiliano.

«Me gustaría que compañeros míos aunque no sufrieran abusos se pusieran en contacto con los medios para que dijeran que lo que contamos es verdad, no a nivel de uno o dos, a nivel de que en cada dormitorio había diez de cuarenta», llama Emiliano mientras espera impaciente y, ahora y tras las nuevas denuncias, más optimista, que se resuelva su caso.

Además de los abusos, Emiliano Álvarez habla como ya lo han hecho otros exseminaristas de las palizas que sufrían «todos los días» por parte de algunos sacerdotes y recuerda que los abusos eran conocidos por el resto aunque nadie dijo nada.

Una vida marcada

Dos años y medio resistió Emiliano Álvarez lo que define como «una película de terror». En octavo, con doce años y sin saber qué hacer ni a quién acudir, se escapó del seminario y pensó en suicidarse por primera vez tirándose a un pozo, asegura.

A partir de entonces trató de tapar sus recuerdos de La Bañeza con una «losa» demasiado pesada y que ha condicionado toda su vida. Se fue antes de Semana Santa y a medio curso llegó al colegio público de Valencia de Don Juan «con miedo a acercarme a la gente y a que lo supieran, parecía que lo tenía escrito en la frente», recuerda. Ese mismo verano empezó a beber, luego llegaron las drogas a las que terminó enganchado desde muy joven y todo lo que ellas traen consigo, también delitos. Todo lo achaca a su experiencia: «salí convertido en un monstruo». También eran un «mar de dudas» las relaciones sexuales. «Al principio no sabía si me gustaba una cosa u otra», asegura y luego «la droga me servía para afrontarlas mejor», confiesa.

Emiliano asegura que ha intentado suicidarse hasta en cuatro ocasiones a parte de cuando se fugó del centro de La Bañeza e ironiza en que tiene «un máster en programas de rehabilitación». El último ya hace más de una década. Al igual que tiene claro a quién responsabilizar de su «mala vida», sabe a quien se debe su recuperación. «A mi familia se lo debo todo», subraya. «La putada es que toda mi familia ha girado en tornoa mí, por ser el más débil, intentando protegerme, y les he hecho mucho daño», lamenta.

Nunca supieron lo que denunció hasta cinco meses antes de presentar su caso a la Diócesis de Astorga. En ese momento «cuesta creerlo», recuerda, pero «la culpabilidad empieza a repartirse de una manera muy extraña», explica. Por eso su principal tarea fue convencer a su madre de que «no había sido culpa suya» –su padre falleció en un accidente hace más de dos décadas y nunca lo supo–. «Éramos cuatro hermanos, de aquella ir a un colegio privado era la hostia, mi padre trabajó horas y horas para que le devolvieran un monstruo, es la verdad», remata.

Ahora, espera que su caso se resuelva cuanto antes y que las nuevas denuncias hagan que la iglesia le dé la razón.
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