26/03/2019
 Actualizado a 17/09/2019
Guardar
Empezamos a estar encuestados ya, o enquistados, que para el látigo de las elecciones que llegan le es lo mismo que estemos de un lado o del otro, porque su misión no cambia. Si nos encuestan entramos en territorio Ohio, dicen. La kilometrada que haces solo con responder dos preguntas de nada desde las que engordar un suculento porcentaje que por arte de magia, se calca de unas urnas a otras. Ponferrada lo tiene claro en el viaje, el rojo es rojo, el azul azul, el morado pepsicola, el verde es gris tirando a negro y el naranja se queda en azul que tampoco da para tanto el arco iris. Pero la bandera multicolor no nos confunde al paso del cristal de la urna. El haz de luz no revuelve todo hasta llegar a la candidez del blanco. Se fusila a sí mismo al tocar el voto. Y allí, donde la paradoja obliga a perder los nombres por los que los políticos dicen conocernos, se produce el milagro de los peces. Los porcentajes se convierten en pinceles. Y el espectro va, como la clara del huevo en Colombia un viernes santo, haciendo formas delicadas al contacto con el agua. Qué apoteósica calculadora la que trata de definir el sino de un país, o de dos, que ahora eso también suma y resta en la cola de sobres, si añades el amarillo a la gama. Ya tenemos callo y nos dejamos acariciar. Somos tu 7%, decimos en alto a los nudos de corbata para hacernos valer. No somos lo que comemos ni el cargo que nos adjetiva. Somos un porcentaje de color enquistado en una idea que solo vale para dar nombre a un bastón, avalado por un número. Que empiece la encuesta.
Lo más leído