11/07/2021
 Actualizado a 11/07/2021
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Ocho días. Justo una semana para que el PP de León cambie de rumbo. Para que, por fin, se lave la cara con jabón ‘Lagarto’, que es el más adecuado en la eliminación de la suciedad incrustada. Eso dicen. Para que el partido se enderece. El próximo domingo, que esta es ‘la buena nueva’, se celebra el esperado congreso provincial de la organización. Llega el relevo, la nueva realidad, una vez superadas varias sacudidas sísmicas con epicentro berciano.

Y llega la hora, a la vez, de mostrarse ante la sociedad leonesa como una institución sólida, de ventanales abiertos y aire nuevo. Con visión de futuro y con ganas de recuperar los pasos perdidos. Perdidos –por inexistentes, conviene aclararlo–, ya que jamás los dieron quienes tenían la responsabilidad de hacerlo. Es más, para aquellos que dirigían la ‘cosa’ desde la sombra o a la rácana luz de un aceitoso candil –que era el escenario– fue como vivir de la sopa boba. Y lo consiguieron. Una estructura asintomática, sin gerente ni secretario, que daba iguales tumbos que un borracho cojitranco, en plena intoxicación etílica.

Durante los últimos años, en concreto a partir de la asunción de Martínez Majo a la presidencia del charrán, el partido ha sido un desastre. Un ente vacuo, que solo sabía compilar fracasos. Que consentía en dejar pasar el tiempo y, entretanto, apadrinar un estúpido inmovilismo, readaptado –por la desidia de Madrid y Valladolid– en pesebre –y no estabulado–, a favor de parte. Para entenderlo mejor, a merced de los mismos de siempre. De quienes, cuando vieron las orejas al lobo en la fallida candidatura de Manuel García a la presidencia, bloquearon la brújula del ‘líder’ zardino y lo enviaron, desnudo y quebrantado, a galeras. Los mismos, que sabían llegar al cajón del pan, a manotazos o a empujones.

Pues bien, cambio de etapa. Ahora, es Javier Santiago Vélez –el alcalde y senador–, quien manejará los avíos de torear. Conoce los terrenos y sabe bien dónde parar, mandar y templar. Es su amparo. Y si lo viese difícil, a lancear al resguardo de tablas y, con ello, a sortear tarascadas y embestidas aviesas. Brazos sueltos y cintura encajada. Su debut en plaza de primera no va a ser para ‘toreritos’.

Enfrente, cubiertos con piel de oveja desvirgada, tendrá ‘victorinos’. Alimañas, que explica la gente del toro, cuando se refiere al famoso hierro de Galapagar. Prudencia, por lo tanto. Es el riesgo –y lo tendrá asumido– de abrir cartel para enfrentarse a un encaste de muy diversa condición, diferentes lidias y peligro sordo. Y el triunfo será no acabar en el hule de la enfermería. El catón de su neófita responsabilidad. Administrar el viento a favor, como primera asignatura evaluable, le es obligado.
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