julio-cayon-webb.jpg

En caída libre

13/09/2020
 Actualizado a 13/09/2020
Guardar
España se está convirtiendo en un lugar extraño. En un país ruin y desnaturalizado. En una nación rota. Y nadie con sentido común, con la cabeza sobre los hombros, sabe ya, a estas alturas, a qué carta quedarse. La vaciedad es notable. El ambiente se ha transformado en un maremágnum de incompetencias, intereses y tergiversaciones, y en un sinsentido que, más pronto que tarde, pasará una factura muy alta y acaso inasumible. El tiempo dictará sentencia.

Porque aquí, en esta vieja y mil veces arada tierra de las vastas culturas, se politiza todo. Y sin medida. Sin cuantificar las consecuencias. También –y a las pruebas hay que remitirse– la enfermedad, el dolor y cualquier otra cosa –la que sea– que se les ponga por delante a estos iconoclastas. El caso es seguir inmersos en el barullo y en el revoltijo de intereses viles, provocados sistemáticamente por quienes tienen la obligación de hallar soluciones y nunca la de alimentar dificultades.

En este momento, el desasosiego de la población española se centra en el trabajo y en el ubicuo coronavirus, que vuelve a desmadrarse por los territorios con diferentes y perversas incidencias. Y no menores. Mientras ello sucede, la mal llamada clase política –que de clase, en el sentido literal, anda huérfana– se sumerge en broncas y especulaciones, en falsedades e inquinas –incluso personales– que sólo aportan inseguridad y preocupación a la gente. Es penoso. Debería ser obligatorio que los políticos de ‘altos vuelos’, esos que se lo llevan crudo, salieran a la calle y conocieran de primera mano cuál es el sentir general en los pueblos y ciudades de España.

Entretanto, la derecha española, en este caso el PP, se amodorra y ‘dulcifica’ desde el cese de Cayetana Álvarez de Toledo, una brillante y valiente parlamentaria a la que Casado borró de un plumazo. Al mismo tiempo, la izquierda no tiene cortapisas para desviar atenciones y provocar escenarios que nada tienen que ver con la cruda realidad. Un falsario despropósito sustentado con descaro y desahogo por voceros de inequívoco pelaje y a las órdenes del poder; que esa es otra. Su objetivo, por lo tanto, es el lavado de cerebros. Y a fe que acabarán consiguiéndolo.

Y ocurre de esta manera porque a la derecha y sus líos le sobran, ahora mismo, ñoñeces y cursilerías, y le faltan redaños para batirse en el frente. En campo abierto. La derecha, en fin, es una caricatura de sí misma desde hace tiempo. Decían los visionarios de Génova 13 –esos que andan a uvas– que Pedro Sánchez iba a durar menos que un caramelo a la puerta de un colegio. Error. Va a durar más que un canapé de mortadela en un lunch de adinerados. ¿El resultado? que España sigue en caída libre. Una ‘merde’.
Lo más leído