Emilio Tuñón: "Nunca pretendimos realizar un icono urbano"

El único arquitecto vivo del Musac fue el pasado sábado protagonista en el centro de arte –que cumple 15 años– del Día Internacional de los Museos

José María Fernández Chimeno
21/05/2019
 Actualizado a 13/09/2019
José María Fernández Chimeno y Emilio Tuñón en la exposición de Wolf Vostell en el Musac.
José María Fernández Chimeno y Emilio Tuñón en la exposición de Wolf Vostell en el Musac.
En el año que se conmemora el 15 aniversario de inauguración por los Príncipes de Asturias, el 1 de abril de 2005, y con motivo del Día Internacional de los Museos, el pasado sábado, el Musac (estandarte del arte contemporáneo de Castilla y León) organizó una charla y posterior visita guiada (propuesta del Colegio Oficial de Arquitectos de León, COAL) protagonizada por el reconocido arquitecto Emilio Tuñón Álvarez; quien, junto con el malogrado Luis Moreno Mansilla, son los autores de una obra icónica que fue galardonada en el 2007 con el Premio de Arquitectura Contemporánea de la Unión Europea, Premio Mies Van der Rhoe.

El encuentro con el arquitecto galardonado se organizó bajo el lema de ‘El rostro de lo colectivo’ y se desarrolló en un ambiente cordial y muy cercano al numeroso público asistente, que llenaba los asientos de la sala de conferencias. A lo largo de una hora de charla, Emilio Tuñón fue describiendo (acompañado de imágenes) cómo se pergeñó la obra desde su origen en el estudio de arquitectura Mansilla + Tuñón Arquitectos hasta que este fue galardonado con la Medalla de Oro al mérito de las Bellas Artes por el Ministerio de Cultura de España en 2014; considerando, por consiguiente, el conjunto de su obra y las extraordinarias aportaciones en el campo de la arquitectura contemporánea. En este periodo de tiempo, el Musac estuvo presente en el año 2006 (junto con maquetas, fotografías y planos de 53 proyectos) en la exposición que el museo MoMA de Nueva York organizó bajo la dirección del comisario del departamento de arquitectura Terence Ríley, titulada la ‘New Architecture in Spain’. Basta reseñar que en España se construyeron los proyectos de ocho premios Pritzker (Oscar de la Arquitectura) en el periodo que se califica como la Edad de Oro (1992-2012) de la arquitectura contemporánea española: «El origen del despegue arquitectónico español hay que buscarlo, según apunta Terence Riley, en la llegada de la democracia en 1975, seguida de la entrada en la Unión Europea ocho años después o de los Juegos Olímpicos de 1992 –comienza con el ex presidente Felipe González en el poder–; pero ante todo con el medio siglo de fuerte competitividad entre las diversas Comunidades Autónomas, porfiando por llenar de iconos urbanos sus ciudades…». (La Herencia del «lenguaje gaudinista», J.F. Chimeno. CSED-2013)

Preguntado a este respecto, Emilio Tunón me confiesa que: «Luis (Moreno Mansilla) y yo nunca pretendimos realizar un ‘icono urbano’ para la Comunidad Autónoma de Castilla y León, sino que fueron las circunstancias externas al proyecto las que le han llevado a ese calificativo».

A ello hizo mención también en su conferencia, pues fueron las autoridades políticas, en la persona de su presidente Juan Vicente Herrera, quienes le pidieron realizar una fachada singular y representativa que fuera de fácil identificación y transformara completamente la ciudad; a semejanza del Museo Guggenheim de Bilbao, diseñado por el arquitecto Frank Gehry; o de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, del arquitecto Santiago Calatrava.

Una de las señas de identidad de este particular edificio es precisamente la fachada compuesta por más de 3.000 vidrios coloreados, inspirados en la vidriera de ‘El Halconero’, una de las más antiguas de la Catedral de León, del siglo XIII y cuya imagen fue pixelada para dar color a cada uno de los vidrios que recubren la fachada que da acceso al edificio.

No es el único guiño a la Historia que guarda el Musac. Entre lo más relevante de su conferencia cabe destacar cómo la planta del museo está formada por un conjunto de salas de exposiciones autónomas y encadenadas, que permiten realizar exposiciones de diferentes tamaños y características; cada sala, de forma quebrada, construye un espacio continuo, pero diferenciado espacialmente, que se abre a las otras salas y patios, propiciando visiones longitudinales, transversales y diagonales. Para su diseño los dos tracistas se inspiraron en un mosaico romano (s. I dC.) formado por cuadriláteros y rombos de fácil combinación.

Emilio Tuñón, como otros grandes arquitectos, es una persona afable y cercana (alejada del estereotipo del arquitecto-estrella), que confiesa y no deja de citar a lo largo de la conferencia su admiración por el arquitecto Le Corbusier, así como de sus obras en la India (Ahmedabab y el Capitolio de Chandigarh); fuente de inspiración no solo para el diseño de «ese juego correcto y magnífico de los volúmenes bajo la luz» que es la arquitectura, sino para todos los arquitectos noveles que abarrotaban la sala. Vistas las referencias artísticas y reseñadas las connotaciones históricas, fue el momento de dar paso a los materiales predominantes en el Musac, que son sin lugar a dudas tres: el hormigón, el hierro y el vidrio. El hormigón constituye toda la estructura portante del edificio a la vez que define las paredes de los espacios exteriores en tonos blancos (revestidas con vidrios monocolor). Quinientas vigas prefabricadas, de once metros cada una, cierran unos espacios caracterizados por la repetición sistemática y la expresividad formal.

La jornada histórica que supuso la presencia del único arquitecto en vida que diseñó el Musac, prosiguió, como se ha mencionado arriba, con una visita guiada por el interior de los entresijos del museo (almacenes donde se guarda las más de 1.500 obras que forman el fondo artístico) y una salida al exterior. Precisamente, y luego de recorrer todo el irregular perímetro del Musac, sito sobre un solar de 18 mil metros cuadrados, en compañía del arquitecto y de un nutrido número de seguidores, finalizó la misma ante el espacio público que adquiere una forma cóncava para acoger las actividades y encuentros, recogido por grandes vidrios de colores, (entrada principal) siendo el lugar donde se rinde homenaje a la cuidad como espacio de relación entre las personas. El numeroso público asistente parecía no desear que este entrañable acto, que se puede calificar de insólito, finalizara, y se dispuso a seguir a Emilio Tuñón de vuelta al interior para ver las exposiciones actuales (en particular la dedicada a Wolf Vostell) y hacer los honores al Día Internacional de los Museos.
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