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Embarazos masculinos y otras conversaciones de piscina

26/07/2019
 Actualizado a 18/09/2019
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Escuchar aparentemente no escuchando me parece un entretenimiento divertidísimo y al alcance de todos los bolsillos. Mi última conversación robada tuvo lugar en una piscina pública de Madrid. Es una piscina muy tranquila a la que, por alguna misteriosa razón, acuden con sus hijos más padres que madres. Yo leía a la sombra y escuché: «¿Cómo lleva Isa el embarazo?». «Bastante bien, no como el primero. El primero fue un infierno. Su barriga crecía y crecía y nos acostábamos en la cama y yo la tocaba admirado, cómo era posible, y ella decía que no sentía nada. Pero, tío, ¡cómo puedes no sentir nada, si tienes un bebé ahí! Yo estaba muy agobiado. Luego se adelantó el parto y ella seguía diciendo que ‘sin problema’, tío, toda esa sangre y sin problema. ¡Casi se muere! Y ella con una calma, daba miedo. Ahora es distinto, estamos los dos más preparados». «Querrás decir que tú estás más preparado».

Hubo un silencio y aproveché para echar un vistazo. Dos tipos barbudos y delgados de unos cuarenta años con bañadores de flores. Cada uno tenía un niño de tres o cuatro años que jugaba en la hierba. «Los dos, los dos tenemos la misma responsabilidad. Pero es que ella está como... bueno, pasa de todo. Se pasa el día durmiendo. Es rarísimo... como si se hubiera convertido en un animalico... ya, suena mal, ni se te ocurra decírselo. Pero lo único que hace es comer y dormir. Deben de ser las hormonas».

Decidí grabarme a fuego la conversación y escribirla al llegar a casa para que no se me olvidara. Los tipos se levantaron y se fueron al agua con su prole. Entonces me llegaron retazos de otra conversación. Esta vez era una mujer mayor. «Mira, yo a mi hija la quiero, pero voy a su casa y a mi nieta no le intereso nada. No sabes cómo me trata a mí y a su propia madre, nos da unos cortes. Le daría un bofetón. Pero a mi hija no le puedo decir nada... es de un orgulloso. Luego dicen de las hijas, pero yo me llevo mucho mejor con el chico. Mi hijo me manda mensajitos todos los días. ‘¿Qué tal dormiste, qué vas a hacer hoy?’. Le envío fotos y me pone ‘guapa’. Tengo mucha más confianza con él que con la chica. Desde niño, me miraba con adoración. Para que luego digan de las hijas, eh».

Y entonces pensé cómo la división de sexos estaba presente en todas partes, en todas las conversaciones, en todas las generaciones. Cómo nos cuesta entendernos, el misterio que un sexo constituye para el otro. Pero no es una reflexión negativa, o no del todo negativa, porque quizá ahí esté la gracia del asunto: en que haya esas diferencias entre hombre y mujeres. Quizá.
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