Elogio del orinal

Por Saturnino Alonso Requejo

Saturnino Alonso Requejo
25/09/2022
 Actualizado a 25/09/2022
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Me lo contó Don Miguel Cordero del Campillo aquella vez que coincidimos en una conferencia sobre la obra de Don Antonio Pereira.

Es el caso que Don Miguel Cordero había sido invitado a decir unas palabras sobre una exposición que habían montado con todo tipo de ‘útiles de confianza’ ya en desuso: cántaros, cazuelas, botijos de dos pitorros, palanganas, ORINALES y así.

Pero sucedió que andaba por allí, zascandileando, una cuadrilla de mozalbetes que hacían chacota y escarnio sobre un viejo ORINAL desconchado y con más barriga que una embarazada de ocho meses.

Como el indefenso artilugio estaba más callado que el Hermano Lego de un convento, Don Miguel montó en cólera y se propuso sacar a relucir al ORINAL en su charla.
Mientras el Catedrático leonés desgranaba este episodio, yo le dije a los botones de mi camisa:
¡Ya lo tengo! ¡Hablaré del ORINAL!

Este es el motivo por el que ahora mismo saco el ORINAL de debajo de la cama y lo pongo ante ustedes para que lo utilicen a gusto y gana, como se acude a un buen vecino para remediar una necesidad.

¡Pues que ustedes lo meen bien!

En su ‘Tesoro de la Lengua Española’ dice Covarrubias que la palabra ORINAR viene del griego ‘OUREIN’ que significa que significa derramar el orín, faena que los nobles españoles llamaban «hacer aguas». Y, ¡agua va! para avisar que tiraban a la calle el contenido de los orinales.

Los griegos llamaban a este utensilio ‘BACEIOS’, que es el cuenco donde se vacía algo.

Este personaje familiar, el ORINAL digo, tenía varios nombres propios: Bacín, Bacinilla, Donpedro, Perico, Dondiego, Orinal y otros más.

Para vergüenza del Orinal, se llamaba ‘Pericos’ a la Mujeres del Partido; que sería por recibir en su regazo y más abajo todas la inmundicias y trapos sucios de la sociedad.

Como las lenguas se corrompen con el uso como las alpargatas de esparto, el Orinal o Bacín pasó a ser el VASO SAGRADO que se utilizaba en las libaciones a BACO, dios del vino.

Y, en el caso de los barberos, era la palangana o jofaina que usaban para enjabonar y rapar las barbas de la clientela. Y se decía:
«Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, echa las tuyas a remojar».

Llamaban AGUAMANIL a aquella especie de palangana que utilizaban los pudientes para lavarse las manos, ya que comían las tajadas con los dedos.

El BACINETE vino a ser el yelmo que utilizaban los nobles en sus luchas y torneos. El mismo que llevaba Don Quijote por los caminos de la mancha. Pero no sabemos si se trataba de un yelmo, una palangana o un ORINAL. ¡Cualquiera sabe!

La BACINILLA vino a ser el recipiente que se utilizaba en las iglesias para recoger las limosnas.

En fin: que el ORINAL ha prestado más servicios a la humanidad que la espada, la hoz y el martillo. Más que la tarja de apuntar las deudas, y hasta más que el mismísimo NUMERO PI.

¿Ven ustedes por dónde va ya la burra?

Supongamos ahora que Dios se ha puesto a nevar con las dos manos sobre la aldea calladera. Los gallos ya han cantado la medianoche, y al Patriarca de la casa, que ha cenado sopas de ajo picantonas, le acometen las apreturas bajeras. Levantarse a tientas es un peligro; salir del calor de la manta rajona puede traer una pulmonía; bajar a la cuadra, donde rumian calmas las dos vacas, la Paloma y la Galana, es una temeridad.

Así que, ¡zas!: ¡El ORINAL! Que no hay que hacer más que meter la mano bajo la cama y sacar el ORINAL astorgano que está allí más callado que el Santo Patrono en su hornacina. Y, ¡hala!: un chorro largo y rezador como el arroyo de sonriego, o como una antífona gregoriana mismamente.

Su mujer, al lado, se hace la dormida, no vaya a ser que a estas horas se le despierten las apetencias bajeras y espanten la paz misericordiosa del sueño.

En fin: lo que decía el tío Prisco en la tertulia:
«Duerma bien o duerma mal,
con el ORINAL».

O lo del otro:
«Siesta que no siente mal,
con camisa y ORINAL».

Si alguien caía enfermo, llegaba el Galeno, ataba el caballo en la argolla de la pared, subía las escaleras de dos zancadas y preguntaba al paciente:
– ¿Cómo estamos, tío Anselmo?
– ¡Pues ya ve usted... jodidamente!
– ¿Meó usted anoche?
– Pues... tres o cuatro veces.
– ¿Y esta vomitona amarilla?
– Pues... de allá contra la mañana.

El Galeno sacaba el ORINAL de debajo de la cama, miraba las deposiciones con los antiojos en la punta de la nariz y diagnosticaba:
!¡No hay caso! ¡No es el Cólico Miserere! ¡Un ANDANCIO!

El contenido del ORINAL había sustituido al Termómetro, al Fonendoscopio, a los Rayos X y a Perico de los Palotes,
El ORINAL era más claro que un Profeta del Antiguo Testamento. Por eso se cantaba por allí:
«Puedes no tener calzones
ni botijo en el portal,
pero, debajo la cama,
que no falte el ORINAL».

¡Brindo, pues, por el ORINAL, que ha sido nuestro compañero de viaje!
Pero, aquí lo dejo, pues ya me están entrando unas ganas irresistibles de echar la meada,
¡QUE ASÍ SEA, y AMÉN!
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