08/03/2020
 Actualizado a 08/03/2020
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Nos decía siempre que no tuviéramos miedo; predicaba con el ejemplo. Que fuéramos valientes para denunciar lo injusto y lo que nos impedía avanzar y saber. Ella había venido a vivir al Bierzo cuando se casó. Era muy joven, y aunque tenía muchos parientes afectuosos en la ciudad, se sentía sola. Añoraba a sus padres, que vivían en Asturias. Su marido era viajante; ella se quedaba con los niños. Le gustaba mucho sacarnos a pasear por el parque, aunque hiciera frío: nos abrigaba bien.

La ciudad estaba dominada por el carbón. Chimeneas por todas partes, ferrocarriles, y siempre la ropa tendida cubierta con una capa de carbonilla. Ella era religiosa, aunque fue cambiando su fe. Al final prefería decir que existía un ser superior, sin mayores matices. Aunque ese ser superior era bueno: nos ayudaba. Era muy generosa y eso que no sobraba el dinero en casa. No importaba: las puertas estaban abiertas, también para dar paz, consejos, alegría. La alegría era su eje. Y siempre el humor, siempre la risa. Un humor teñido de compasión. Porque la vida solo merecía la pena si ayudábamos a los demás. Eso nos lo decía cada día. Y que siempre nos pusiéramos en la situación del prójimo.

Bohemia, le gustaba pintar óleos, hacía exposiciones. A veces, enfrascada con los colores, se olvidaba de preparar la comida y entonces mi padre, que venía hambriento, montaba en cólera. Pero pronto se le pasaba el enfado, cuando los hijos nos reíamos de aquellas cosas, tan habituales. Le gustaba el bosque, el Cantábrico, respirar entre los pinos; perderse por los caminos rurales más frondosos. El agua de los arroyos del Bierzo, pero también el sol nítido de Valencia; el Mediterráneo que abraza y que conoció en la madurez.

Le encantaban los niños. Tenía un don para tratarlos, y sentía el anhelo de protegerlos a todos. Una de las cosas que más le gustaban, y que le brotaba espontáneamente, era inventar palabras, siempre cómicas, siempre exactas para lo que quería decir. Siempre con la raigal música de Asturias.

Era muy feminista. No entendía la desigualdad, la combatía a su modo; protestaba donde fuera necesario. Era libre pese a tantas ataduras. Se reía de la retórica, de los farsantes. En casa, mi padre y todos los hermanos hacíamos muchos trabajos domésticos. Yo era especialista en camas y en fregar la cocina después de comer.

Un accidente de tráfico nos la arrebató muy pronto, pero ella siempre está. Dulce, cálida, sonriente, joven. Nuestra madre.
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