27/04/2019
 Actualizado a 17/09/2019
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Finalizó la Semana mayor, aunque no se olviden que como nos recuerda constantemente el gran periodista Víctor García Rayo, la pasión no acaba. Sólo pasó la mejor semana del año, la más esperada y por supuesto, la más emocionante.

Hoy día de reflexión, lo suyo sería hacer un breve análisis crítico con las muchas cosas que seguimos haciendo de aquella manera, pero eso se lo he prometido a Xuasús para su especial, y este año no le puedo fallar.

Esta semana será difícil de olvidar porque he podido disfrutar de unos días únicos e irrepetibles con el pequeño Dimas. Como ya les conté, mi hijo es cofrade pero no papón. Hemos visto las procesiones desde fuera, desde la acera, siempre manteniendo una distancia prudente con los de la fila preferente y con los del cortejo, por aquello de que Dimas no se fía mucho de los que llevan a Jesús.

Y en una de esas nos hallábamos el día de los días, el viernes por la mañana, cuando una vez calmados los ánimos después de una madrugada sin pegar ojo, llena emociones y de cornetas y tambores, fuimos en busca del Nazareno de León, últimamente llamado por algunos ‘el Señor de León’ pero ya otro día hablaremos de las nuevas modas y del poco respeto que algunos tienen a la hora de utilizar ciertos términos.

Ya en la calle vimos, uno a uno, pasar los distintos pasos, cada uno con su ritmo y su idiosincrasia. Unos bailando, otros a horqueta, alguno haciendo la serpiente o el acordeón, y otros llevando perfectamente el ritmo de la agrupación.

Todo transcurría dentro de lo habitual en una procesión tan larga y complicada, hasta que unos conciudadanos se nos pusieron al lado: Padre, hijo y abuelo. Allí decidieron retransmitirnos a todos los presentes lo que ocurría dentro de la Cofradía. Una paliza sobre las tallas y las marchas ¡pues qué les voy a contar!, la hubiéramos aceptado olímpicamente, pero insistirle al nieto, que no pasaba de los tres años, que mirase la sangre de Cristo Flagelado, «mira Manolito, esa sangre es por lo mucho que le han pegado los sinvergüenzas… y ahora sangra por la cabeza porque le han clavado una corona de espinas, los muy cabrones». Surrealista hasta el extremo. Así que, antes de que llegase el Expolio con los dados y demás, y justo cuando Dimas empezaba a preguntar cosas complicadas, decidí retroceder un par de filas.

Como les dije al principio: «la pasión no acaba» y efectivamente así es, mañana votaremos. Dos mundos muy deseados por algunos, con muchas cosas en común, y que para el resto de los mortales, mande quien mande, siempre acaba en un autentico calvario, sin almohadilla y con el paso cambiado.
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