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Elecciones en Marte

23/12/2021
 Actualizado a 23/12/2021
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Decir que el próximo 13 de febrero se celebrarán elecciones en la comunidad autónoma de Castilla y León ya empieza a sonar poco más o menos que a decir que habrá elecciones en Marte.

Convocar elecciones en plena sexta ola de la pandemia que ha trastocado la vida de todo el mundo los dos últimos años es bastante marciano, la verdad. No es mi intención centrarme en este aspecto, pero que aquellos, que actuaban como paladines de la lucha contra un virus de comportamiento extraterrestre, se conviertan ahora en predicadores para la población de un «que la fuerza os acompañe», y desmonten toda la estructura de gobierno que tendría que afrontar la actual situación por no sé sabe qué traición, resulta bochornoso. Porque la traición, si es que ha existido, en cualquier caso, no es a la ciudadanía de las dos regiones sino a vaya usted a saber qué clase de componendas que condujeron a que el partido que había obtenido 29 procuradores en las últimas elecciones autonómicas, ostentara la Presidencia de la Junta, en vez del que había obtenido 35 procuradores. Todo muy legal y democrático, es verdad, pero que conviene recordar ahora, no sea que en apenas dos meses el cuento de caperucita haya cambiado y alguien se invente una ley extraterrestre que obliga a todos los partidos que hayan obtenido representación a aguantar como Presidente de la Junta al cabeza de lista del partido más votado. Conviene también decir aquí que precisamente esa componenda traicionada es la que le ha permitido ahora al señor Fernández Mañueco, sin representar al partido más votado, tener el poder de disolución de las Cortes y precipitar el adelanto electoral. Pero esto no es algo que huela a marciano, sino más bien a la famosa podredumbre de Dinamarca.

Lo que sí que resulta muy marciano es que, en un momento de inminente llegada de los Fondos europeos de Recuperación, prime el informe de alguna consultoría sobre encuestas electorales al ejercicio de una acción de gobierno que aproveche esta oportunidad histórica para modernizar las economías regionales. También es verdad que en estos últimos meses la millonada que les ha llegado del Gobierno de la Nación para afrontar la situación se va gastando en porcentajes bajísimos, y eso mientras se les llena la boca de los problemas de despoblación que tiene Castilla la Vieja y en mayor medida León. De manera que en esto nos movemos en el también famoso «nada nuevo bajo el sol», un sol en cualquier caso que esperamos sea de York y tenga por tanto la capacidad de convertir en verano este ya largo invierno de nuestro descontento colectivo.

Pero lo que definitivamente nos coloca en unas elecciones que bien podrían ser de Marte es la terrible argumentación con la que el gobierno autonómico y sus adláteres se han lanzado a perturbar nuestros oídos y nuestras mentes. Según el relato que han construido, y con el que pretenden contaminar al conjunto de leoneses y castellanos, en esta convocatoria, al parecer, tenemos que elegir entre Sánchez y Casado. Algo tan lejano a la verdadera razón del voto a depositar el 13 de febrero como podría ser decidir el gobierno de Marte.

Las personas que viven en esta comunidad autónoma no tienen por lo visto que juzgar la acción de gobierno ejercida estos casi tres últimos años. No han de elegir, tampoco, a los representantes de cada una de las provincias que conformarán un parlamento y que, además de elegir a un presidente de la Junta, habrán de gestionar la inmensa capacidad competencial que el Estado les ha otorgado y que, no lo olvidemos, es la que de manera más decisiva influye en el crecimiento económico del territorio autónomo. Según este planteamiento, no solo marciano, sino claramente alienante, los leoneses y castellanos no han de votar pensando en la administración de sus recursos. Lo han de hacer priorizando los intereses de partido, acomodándose, como miembros sumisos de un clan, en la feroz pelea por el poder en Madrid de los McCasado, los McSánchez o los McAbascal. Han de renunciar, pues, a sentirse representados, a gobernar colectivamente su espacio inmediato, y a pensar que el futuro del mismo depende precisamente de su imprescindible participación como ciudadanos y ciudadanas. Eso ya se lo dejamos a los ‘gobernadores’ designados por Madrid, que bien saben lo que nos conviene.

Pero es que en el horizonte, los que nos van a querer convencer que estas elecciones no van del gobierno de Castilla y de León, otean una grave amenaza para sus intereses. Por primera vez, ninguna otra elección, ni municipal, ni de otros parlamentos autonómicos a lo largo y ancho de España, servirán para distraer la atención. Por primera vez, el foco de la atención de la opinión pública española estará en las disputas políticas de esta ‘comunidad Frankenstein’. Por eso querrán desviar la atención.

Nada les interesa que en el conjunto de España se hable del terrible desequilibrio territorial que sufre esta comunidad autónoma. No querrán que se hable de cómo se practica un centralismo voraz, mientras se permite la desindustrialización y despoblación de territorios, otrora pujantes, como León. Se hablará de contubernios judeo-masónicos y del Apocalipsis. Se pasearán por las dos regiones personajes de todo tipo hablando de lo bien que hacen las cosas en Madrid o en Murcia. Pero evitarán que se hable de cómo se hacen las cosas aquí. Evitarán que nuestra decisión electoral se base en si se desbloquea la Plataforma Intermodal de Torneros, en si se ha planificado una alternativa de empleo para las gentes de nuestras cuencas mineras, en cómo se está destruyendo la red de atención médica primaria en el ámbito rural, en si se apuesta por una Agencia de Desarrollo Económico específica para nuestra provincia,o en cuál es la razón política por la que la geografía se está modificando hasta el punto de dejar de ser en materia de infraestructuras y comunicación el verdadero centro del noroeste de España.

Por todo ello, los leoneses y leonesas deberían tener clara una cosa: otras elecciones, otros momentos, habrá para votar y expresar nuestra opinión sobre reformas laborales, sobre leyes de memoria histórica, reforma del sistema de pensiones y cuestiones varias. Porque esa es la esencia de la democracia. Que todos y todas podamos opinar y votar, y de este modo se construyan las mayorías que marcan el rumbo de una sociedad. Ahí, el sindicalismo de clase se posicionará siempre en defensa de esas iniciativas políticas que mejoran las condiciones de vida de la clase trabajadora. Pero ahora no vamos a votar nada de eso. Vamos a elegir a los que tienen en su mano acabar con el centralismo y el ninguno histórico y cultural de nuestra región. Y tenemos la oportunidad de que la preocupación que sacó a la calle a miles de leoneses y leonesas el 16 de febrero de 2020 se convierta en el foco de atención de toda España. Y por ello solo tres palabras deberíamos tener presente en nuestra decisión: León, León y León. Los partidos que apuesten por nuestro futuro deberían ser los que merecieran nuestro voto. Y aquellos que prefieran que hablemos de la gobernabilidad de España deberían explicar por qué no quieren hablar de León. A no ser que yo lo haya entendido mal y estas sean, en realidad, unas elecciones en Marte.
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