Elección

29/03/2018
 Actualizado a 14/09/2019
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A día hoy me resulta más fácil escribir sobre los señores del independentismo, la detención en Alemania de Puigdemont y la situación general de la política, un tema que da para mucho y del que seguramente tenemos para largo. Pero no vengo a hablar de ello, en mi vida existen asuntos que requieren prioridades, como son las amistades y más concretamente aquellas que me acompañan muy a menudo, de una lista muy larga de amistades, hay unas que son especialmente profundas, aquellas personas que superan la edad de setenta años y a las que recurro frecuentemente por la gran afabilidad que demuestran. Nuestros mayores son personas especiales, son los que guardan parte de nuestra historia y pueden trasladarte con la imaginación, a lo que nuestra ciudad un día fue. Si existen realmente personas con carácter abierto, son ellos. Este pasado lunes, mi amigo Tomás cumplió ochenta y un años, pueden estar imaginándose a una persona acomodada en un sillón, acompañada de un periódico y al lado una mesita con un vaso de agua, aunque esto es más una estampa literaria y no concuerda con su realidad. Tomás, pese a su edad goza de mucha energía y no hay cosa que le guste más que subirse a su bicicleta todos los días, si el tiempo lo permite, la superación la lleva en la sangre y el año pasado consiguió la cifra de 5.300 kilómetros montados en su sillín, una gesta que este año, al igual que años anteriores piensa culminar. Su conocimiento de la ciudad de León, los barrios, las gentes que lo habitaban, la antigua carretera de Benavente o las vías del tren, se convierten en testimonio que heredas cuando le dedicas tiempo a escuchar. La gente mayor son grandes escuchadores y no puedo desdeñar aquello que con la transmisión oral hacen recuerdo de valores que parecen estar perdidos, sugerencias y consejos que muy lejos de parecer de otro época, la práctica de los mismos te lleva a conseguir grandes resultados, hay cosas que no cambian nunca. Permítanme ustedes que utilice esta columna para felicitar a Tomás, celebrar junto a él la fecha y hacerles a ustedes partícipes del evento, como una alegoría que sirva al mismo tiempo, para felicitar a toda la gente mayor que tenemos a nuestro alrededor, pues a ellos les debemos nuestra historia y no existe mejor elección que el cuidado y la atención que requieren, que a bien seguro nosotros algún día tendremos que recibir. Niños grandes, refunfuñones en muchas ocasiones, pero con un gran sentido de la vida a la cual debemos nuestro máximo respeto.
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