04/10/2015
 Actualizado a 12/09/2019
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Conozco a un tipo de León que ama el rugby por encima de otros deportes. Ayer cumplió sesenta y tres años pero lleva muy vivo el recuerdo de sus dieciocho cuando formaba parte de un equipo legendario. ‘El XV de La Hispánica’ lo integraban Javi y Carnero en la primera línea; Toño y Miche en la segunda; Gildo y Carlos en la tercera; Monforte de ‘back’; Regil, Carro, Bombín o Nariguti de ‘piliers’; Pereira de ‘talonneur’; Revuelta de ‘medio melé’; Octavio en los ‘tres cuartos’ y Vallejo que hacía las veces de jugador entrenador. Vestían zamarra roja, su feudo era el campo de La Serna y por lo que sé, aprendieron técnica, táctica y garra del ‘míster’ Delás, un juez que introdujo este juego anglosajón en aquella vieja capital de provincia. El ‘derby’ local siempre se dirimía contra el ‘Maristas’ de Manrique, Martín Villa, Apiruvi y Manolo Pablos, este último integrante de la selección española en alguna de sus categorías. Entre los rivales foráneos destacaban la Universidad de Oviedo, el Salvador de Valladolid, los Aparejadores de Burgos o el Sargent Peppers de Salamanca. Escribo esta columna ahora que se disputa la Copa Mundial de Rugby en Inglaterra. Con la excusa de beber unas pintas de Guinness me adentré hace días en una taberna irlandesa para vivir el ambiente como un auténtico hijo de la Gran Bretaña. Jugaban los anfitriones en su templo deTwickenham contra ‘El XV del Dragón’, victoria histórica de los galeses con una jugada para los anales en la última carga de los rojos. «El oval salió hacia la incertidumbre, hacia el miedo, hacia los sueños, hacia Gareth Davis. El medio melé lo cazó y posó bajo palos para poner el empate. Anestesiados los ingleses, no supieron proteger una captura de Brown y el zaguero cometió golpe por retención, citando con el destino a Biggar, que encontró la gloria entre palos desde el centro del campo», así lo narraba Luis Javier González en una crónica magistral. Me decía mi confidente que todavía se emociona cada vez que ve un estadio repleto de aficionados en alguna de las cinco naciones que guardan la esencia de este deporte, el último en Escocia. Para este antiguo ‘segunda línea’ el rugby es una batalla entre dos equipos donde la infantería se desgasta en la melé, la caballería avanza por los extremos y la estrategia depende del medio apertura que juega con el dorsal número diez. Yo me quedo con el pitido final, cuando te das cuenta que el milagro no es la derrota de los ‘Springboks’ a manos de Japón, sino que siempre tengan suficiente cerveza durante el tercer tiempo.
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