03/03/2020
 Actualizado a 03/03/2020
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Todos los años, durante algún breve tiempo, la gripe se convierte en noticia. Y, a pesar de que suele acarrear varios cientos o miles de muertos, nunca se ha considerado como una dolencia alarmante. Creo que nadie nos hemos librado de haber pasado por ella varias veces en la vida. Ahora la nueva gripe, o si quiere mejor el nuevo virus, acapara las portadas de los periódicos y mucho espacio en los programas de radio, televisión, o redes sociales. Las consecuencias, mucho más allá de lo que suponen para la salud corporal, son realmente preocupantes e imprevisibles, muy especialmente en el terreno económico y social.

A pesar de que ahora todos nos hemos vuelto especialistas en epidemiología, no tenemos ni idea de su verdadero alcance. No obstante, hay una consecuencia sin duda beneficiosa para una parte de nuestra clase política española: que mientras se habla del coronavirus no se habla de los grandes problemas de España ni de la inquietante actuación del gobierno actual. Así mismo hemos de reconocer que también la oposición puede estar de enhorabuena, pues lo más probable es que, si hubiera estado ahora gobernando Rajoy, le echarían gran parte de la culpa de los avances de este virus asiático, o al menos estarían criticando su mala gestión de dicha gripe. No olvidemos que eso fue lo que pasó cuando gobernaba UCD y apareció el problema del aceite de colza.

Pero no pensemos que el coronavirus sea el único virus que nos amenaza en este momento. Hay otro virus, pernicioso y en aumento constante, que está afectando a muchas cabezas de españoles. Sus efectos influyen fundamentalmente en la cabeza o, si se prefiere, en la mente, produciendo una especie de sueño o inconsciencia que no deja ver la realidad. Deja al personal adormilado. Es equivalente a lo que en el ganado ovino o lanar se conoce por modorra.

No se trata ahora de la clásica y legítima disputa por la alternancia en el poder entre derechas e izquierdas. Se trata de la pérdida de la sensatez y del sentido común, de la indiferencia ante las mentiras y contradicciones de quienes nos gobiernan, aferrados al poder a cualquier precio; de la indignidad y bajada de pantalones que nos lleva a una auténtica dictadura, a pasos agigantados. Aún quedan personas sensatas y mentes lúcidas que se dan cuenta de la gravedad de la situación, pero existe una mayoría suficiente e inconsciente, tocada por la mencionada modorra, capaz de apoyar y sostener con sus votos a los populistas, demagogos y caraduras que son un verdadero virus letal.
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