El vecino Bernardino

Bernardino Martínez Hernando será este jueves el protagonista del acto central de la Semana Cultural de su pueblo, Mansilla. Una jornada pensada para que sus paisanos hablen de él

Fulgencio Fernández
22/08/2019
 Actualizado a 19/09/2019
Barnardino Martínez Hernando en su ámbito natural, rodeado de librosm em su casa de Madrid, rodeada asimismo de recuerdos de su pueblo, Mansilla.
Barnardino Martínez Hernando en su ámbito natural, rodeado de librosm em su casa de Madrid, rodeada asimismo de recuerdos de su pueblo, Mansilla.
La dimensión «nacional» de Bernardino Martínez Hernando (Mansilla de las Mulas, 1934) quedó patente después de su inesperada muerte, hace tan solo unos meses, después de una mala caída cuando acudió a ver una obra de teatro en Madrid. Homenajes de la Asociación de la Prensa, de la Facultad de Periodismo, multitud de artículos en prensa, testimonios de alumnos, escritores o gente que trató a este hombre afable y excelente profesor en cualquiera de sus múltiples facetas, desde la fundación en León del club juvenil cultural Forecu, a su pertenencia a la Revista Claraboya y sus facetas en Madrid de profesor, archivero, ensayista, crítico literario, autor de 25 obras que van desde Historias del coadjutor (1963), De hombre a hombre (1964), o la Antología narrativa del siglo XIX (2 volúmenes) (1969) a las cercanas La corona de laurel. Periodistas en la Real Academia Española (2007), 120 años de la Asociación de la Prensa de Madrid en fotos (1895-2015) (2015), por citar solo algunas que hablan de la variedad de sus trabajos, entre los que se encuentra también uno escrito a dos manos con Antonio Gamoneda,  en 1970, titulado Los jóvenes.

A ello habría que sumar el asunto, nada menor, de que será imposible  encontrar un alumno de la Facultad de Ciencias de la Información que no tenga un buen recuerdo de él. Ana de Luis escribía: «No fue un profesor, sino el profesor; ese que todos recordamos años después por lo mucho que nos marcó en esos días de sueños y esperanzas».

Pero jamás alejó Bernardino Martínez Hernando la mirada de Mansilla de las Mulas, su pueblo. Había cuadros de su pueblo en su casa madrileña, mantenía contacto con viejas amistades que le visitaban en Madrid y a las que él visitaba, largas conversaciones tenían como protagonista a su pueblo, a Mansilla le regaló su extensa y rica biblioteca de tal forma que la Biblioteca Pública lleva ahora su nombre y acudió a inaugurarla o, por ejemplo, cedió al Museo Etnográfico Provincial ubicado en Mansilla una pieza de gran valor sentimental para él: El acordeón de su padre, al que todos recuerdan en la comarca como Cartero y que también había sido uno de aquellos entrañables  músicos populares, el acordeonista de la orquestina...Y a ese Bernardino, al mansillés, al vecino, es al que se quiere recordar y homenajear esta tarde (a las 19.30 horas) en la Semana Cultural de Mansilla. Hubiera sido muy fácil reunir a sonoros periodistas de la prensa nacional, compañeros unos, alumnos otros, que acudirían encantados, pero han querido recordar al vecino, por lo que están convocados para que rompan el hielo el poeta Toño Llamas, para que recuerde su paso por Claraboya; Félix Llorente, como cronista oficial de Mansilla... y después todos los vecinos de la villa que asistan y tengan algo que decir, y entre los que se encontrarán algunos familiares, como sus sobrinos; además de un pequeño documental que haga un perfil de su figura.El poeta José Antonio Llamas no solo recordará su paso por Claraboya también reivindicará una de las facetas menos conocidas de Martínez Hernando, la de poeta, analizando dos poemas aparecidos en el primer número de la revista Claraboya, ilustrados por Antón Díez, hermano del novelista y académico Luis Mateo Díez. Llega Llamas a la conclusión de que «fue poeta también y de los grandes. Y poco importa que no conste en los tratados de literatura como tal, como por otra parte sucederá con tantos, ya que el testimonio escrito constata esta afirmación». Y añade Llamas: «Sorprende que en el año 1963, un sacerdote de aquella España cerrada al mundo, y en aquel León bajo la tutela de un obispo como Almarcha, un  jovencísimo  sacerdote, digo, como Bernardino M. Hernando, escribiese en el primer número de la revista Claraboya, y como comentario a un dibujo de Antón Díez Rodríguez, lo siguiente: ‘Los poetas abogan por las medias palabras. Los pintores defienden un armónico caos. Los músicos estallan fuera del pentagrama. Contra el poder y la ciencia, y el confort y el dinero, tiene razón el arte’». Y de esa razón del arte brotan algunos versos de M. Hernando: «Decidnos, si no, qué debe hacer un hombre / cuyos huesos tocan la música del hambre, de la sed, del odio; / cuya sangre destila el cansancio del mundo, / qué debe hacer ese hombre / si de repente nota / que un árbol le crece en la garganta». Recuerden, era el año 1963.

De su condición de sacerdote decía Luis Mateo Díez en un acto en el que se hablaba de Claraboya: «La vertiente humana e intelectual de Bernardino era tan potente que el hecho de ser cura no le añadía absolutamente nada, ni para bien ni para mal».  

Ése era el personaje. Ése era el mansillés que hoy regresa a casa.
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