El valle de las doce cascadas

Desde los Aguazones a Piedrafita, desde el nacimiento del Torío al primer pueblo, este río ofrece en su corto recorrido inicial un verdadero espectáculo de la naturaleza

Fulgencio Fernández
12/06/2022
 Actualizado a 12/06/2022
Imágenes que se pueden contemplar en la zona. | L.R.
Imágenes que se pueden contemplar en la zona. | L.R.
El agua es uno de los mayores tesoros que existe; y tenemos aquí en el Torío un valle que forma en unos pocos kilómetros hasta doce cascadas casi seguidas que son una verdadera gozada, se pueden ir recorriendo todas sin grandes dificultades, con un agua cristalina». Lo dice todo seguido quien conoce muy bien el recorrido del que habla y que ya han bautizado como "el valle de las doce cascadas" y que no es otro que la cabecera del río Torío que recorre desde su nacimiento en los Aguazones a través del Puerto de Piedrafita de la Mediana, uno de los rincones más bellos de la provincia. Y cargado de historia, de historias, del recuerdo de sus gentes.

El primer recuerdo con nombre propio que a cualquiera se le viene a la memoria, al llegar a las primeras 'rampas', donde está la llamada Casa del Puerto, es el del último habitante estable con su ganado de este puerto, también habitante de la casa que ahora está en el lugar de la ermita de la Virgen del Castillo: Es Miguel el de Pontedo. Seguramente sea uno de los hombres más duros que ha vivido por estas tierras. Ya rondaba los ochenta pero seguía en activo, con el ganado en un lugar tan complicado por las temperaturas, la nieve, tempestades, la niebla habitual en el lugar, la soledad que no le preocupaba en absoluto. "Siempre hay algo que hacer", decía este paisano que jamás veía la televisión, era un excelente jugador de bolos, resistente como pocos, que falleció en un desgraciado accidente al caer su coche al río por la zona del pozo de Los Pontedos.

Es Lucinio, el defensor de la belleza y el valor de este valle, el eterno 'forestal' de la comarca —Agente Medioambiental, matiza él con una sonrisa y una sorna muy suyas— que ahora, ya jubilado sigue 'en activo' en otras faenas que le apetecen a él y bien le vienen a nuestros montes y paisajes, como la reconstrucción y mantenimiento en perfecto estado de un buen número de chozos de pastores de la comarca (de Sancenas en Genicera a el de Valdorria en el Valle del Curueño) o señalizar este rincón del Puerto de Piedrafita con letreros en madera que, por ejemplo, nos indican el acceso a la cascada de los Aguazones, aquella que marca el nacimiento del Torío y un espacio lleno de nombres tan llamativos como tantas veces resultan los topónimos de estos lugares: Gucipeña, Las Vegas del Puerto, la majada Cafrenal, la majá Vieja, valle de Riaño,Fontanillas, el Corralón-Peña Celleros (que supera los dos mil metros, 2128 m.); a Carba (2161 m) -la collá la Cuajaúra, el cueto Millaró-Brañacaballo (probablemente el más elevado, con 2182 m), Peña la Laguna, Pico Morgao o la Braña el Río-Valle de Riosol por citar algunos que sean imagen y ejemplo de la belleza de sus sonoros nombres.

Hay otros restos que nos recuerdan la historia del lugar, además de las cascadas que, señala Lucinio con temor, «como sigamos con esta sequía a ver cómo están en verano». Están la carretera y sus enormes hitos kilométricos para no quedar enterrados en la nieve; la abandonada cantera de mármol o el búnker de la guerra civil y la cercana ermita convertida en casa, todos ellos muy cerca y desde los que se avista el curso del río y sus cascadas.

De la cantera, de mármol de excelente calidad, recuerdan muchos vecinos que aún trabajaron en ella su trágico final. Fernando Jaime cuenta cómo se cortaba la pieza con una especie de 'cable' sujeto a dos grandes postes laterales y que debía ser  sustituido cuando se gastaba. "Seguramente apuró en exceso el cable, muy caro por sus características, y se rompió mientras cortaba. En uno de los lados estaba trabajando un obrero que era precisamente un hijo del dueño y al que el cable partió por la mitad ‘como si fuera una cuchilla’». Un accidente que supuso el fin de la explotación de aquella cantera que había dado riqueza y bastante trabajo en la comarca.

Muy cerca está uno de tantos recuerdos de la guerra civil en estas montañas en las que la contienda fue realmente trágica y hasta cruel. Por este Puerto de Piedrafita recuerdan muchos vecinos haber huido hacia Asturias, familias enteras que, en muchos casos, llevaban unas pocas pertenencias y algún animal. Isidoro López siempre recordaba el caso de sus padres, que llevaban una cabra que se les perdió en el puerto —son frecuentes las espesas y peligrosas nieblas— y días más tarde encontró la cabra cerca de Mieres, ya en otras manos.

Buena parte de los misterios y los olvidos de este valle y este puerto están escritos en una carretera cuyo trazado inicial allí permanece, igual que los hitos kilométricos y enormes pivotes de piedra para orientar a quienes caminaran entre la nieve. También los puentes de piedra... pero la carretera nunca llegó a existir y así, recuerda Ángel Fierro en uno de sus libros, "se convirtió en el único puerto sin paso hacia Asturias", pese a que curiosamente sería el de trayecto más corto. Esta circunstancia también lo convierte en el  puerto más leonés de esta cordillera. La última curiosidad de esta no carretera es que tuvieron que cambiarle el nombre pues se llamaba Carretera León-Collanzo y como León y Collanzo existe y el trazado 'teórico' también eran muchos los modernos GPS de los coches que mandaban a sus conductores  por ellas hasta que quedaban ‘tirados’ en alguna cuneta o ante alguna enorme piedra mientras les informaba de que ya estaban muy cerca de Llananzanes , que es el nombre del primer pueblo de la vertiente asturiana.
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