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¿El único que no se ha enterado?

18/10/2017
 Actualizado a 18/09/2019
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El más ciego, el que no quiere ver. El más necio, el que se cree listo. El más cobarde, el que se cree astuto. El más mentiroso, el que se cree su mentira. El más culpable, el que consiente el delito. El más peligroso, el que no quiere ver el peligro. El más sordo, el que no escucha. El más lelo, el que no entiende lo que le dicen, ni leyéndolo. El más mezquino, el que encubre su traición. El más inútil, el que ni actúa ni deja actuar. El más cínico, el que disimula su impotencia. La mayor desgracia, que sea Presidente del Gobierno de España.

Triste y dramática hora en que uno tiene que escribir lo que escribe, decir lo que dice, pensar lo que piensa, sentir lo que siente, señalar lo que ya es diáfano hasta para los murciélagos que surcan el aire crepuscular. El cabestro cabecea, sin embargo, y duda: ¿Por dónde suena el esquilón? ¿Por dónde se vuelve a los corrales? Vean lo que a día de hoy todavía no ha entendido el registrador:

«Nosotros, los legítimos representantes del pueblo de Catalunya, en el libre ejercicio del derecho de autodeterminación, y de acuerdo con el mandato recibido de la ciudadanía de Catalunya, CONSTITUIMOS la República catalana como Estado independiente y soberano», «DISPONEMOSla entrada en vigor de la Ley de transitoriedad jurídica y fundacional de la República», «PONEMOS EN CONOCIMIENTO de la comunidad internacional y las autoridades de la Unión Europea la constitución de la República catalana», «INSTAMOS al Guvern de la Generalitat a adoptar las medidas necesarias para hacer posible la plena efectividad de esta Declaración de Independencia». Así han dicho, escrito y firmado ante las cámaras 72 diputados del Parlamento de Cataluña.

Oiga, pero eso «no tiene validez jurídica», no se ha hecho en sede parlamentaria, no… Y Puigdemont no ha dicho lo mismo; algo parecido, sí, pero no lo mismo… ¡Pero lo ha firmado!

Sí, pero mientras eso no se concrete en actos probados de sedición, rebelión, desobediencia, incumplimiento de la Constitución…, todavía no hay delito, oiga… ¡Que estamos en un Estado de derecho!.. De derecho, sí, pero muy torcido, jorobado, vamos; deshecho y de desecho… Que se le está meando encima Puigdemont y toda su cuadrilla, uno por uno... ¡Pues se va a enterar ese Carles, le voy a meter un puro que se va a enterar!...

Todavía debe de estar el registrador esperando la declaración de guerra de Franco, esperando para darle curso legal en el libro de registro del Ministerio del Interior. Churchill también está esperando a que Hitler firme el inicio de la Segunda Guerra Mundial, oiga. Item plus: el Gobierno de la República está todavía analizando el bando de Companys que proclama la República catalana, que al fin y al cabo no es más que un bando, y lo leyó desde un balcón… Naturalmente, eso no puede tener ninguna validez jurídica…

Uno, enfrentado a tan agobiante insensatez, no puede dejar de pensar que maldad y cretinez pueden ir de la mano; que si, quien tiene la mayor responsabilidad, actúa con tanto apocamiento, traición y alevosía, es porque todos a su alrededor se lo consienten y jalean; que si lo que a todas luces es un proceso golpista que cada día da un paso adelante con mayor impunidad y descaro, burlando todas las leyes, despreciándolas y despreciando a quienes deben imponerlas y defenderlas; que si todo esto, tan evidente que podría deslumbrar a un ciego, todavía no lo entiende ni comprende, ni huele ni palpa, ni le inquieta ni despoltrona ni hace despertar de su modorra al registrador; si todo esto es así, está sucediendo aquí y ahora en mi patria, sólo le encuentro una explicación: que el tal esté bajo los efectos de la burundanga, que la escopolamina le haya dejado a merced de los sediciosos, en un estado de hipnosis profunda. Ni los millones de españoles que estos días han gritado «!Puigdemont a prisión!» hansido capaces de despertarle.

Habrá que gritar más, y no hacer acaso a ese apaciguador plurinacionalista, baluarte intelectual de Pedro Sánchez, quien, con no poca soberbia, mandó callar a los miles de manifestantes del 8 de octubre: «No gritéis como las turbas del circo romano. A la cárcel sólo va quien dicen los jueces»…

¡Ahí jodió su magnífico discurso! Como si pedir que Puigdemont vaya a la cárcel es saltarse la acción de los jueces. Como si, ciudadanos libres, no tuviéramos derecho a pedir cárcel para un golpista que hasta se vanagloria de serlo. Como si por pedirlo dejáramos de ser demócratas para convertirnos en energúmenos sedientos de sangre…

Podía habernos llamado fachas. ¿Un lapsus? Sí, un lapsus interruptus.
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