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El último revelado de Santos Perandones

01/05/2016
 Actualizado a 11/09/2019
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En casa siempre hemos tenido un cierto interés por la fotografía. En algún armario guardamos cajas repletas de instantáneas que de vez en cuando nos sirven para refrescar nuestra memoria familiar. Hubo una época en la que el obligado proceso de revelado permitía rememorar con mucha más calma que ahora los detalles, las personas, el contexto e incluso las emociones de un buen número de veranos, todo tipo de celebraciones y variados momentos de ocio que son reflejo de una felicidad vivida. Desde que cayó en mis manos la primera cámara digital, reconozco haberme alejado del formato papel para verlo todo a través de esas pantallas que nos dejan bobos. Hace un par de inviernos, tratando de mejorar la técnica y no depender tanto del modo automático, acabé con mi viejo y su flamante Nikon en el estudio de Santos Perandones, un fotógrafo profesional que nos devolvió a ese pasado no tan lejano que consistía en mirar, apuntar, disparar y confiar. La oportunidad de aprender con alguien que vive con intensidad su oficio no se presenta todos los días. En una reciente entrevista para este periódico Santos aseguraba que de seguir así las cosas tendría que abandonar León. No tardé en escribirle para concertar una cita y comprobar de primera mano sus apocalípticas palabras. Nacido en 1971, heredó de su padre el gusto por las lentes y una primera cámara que convirtió a un malote de internado en el autor de Literatum, un retrato inédito de la poesía leonesa cuya continuidad peligra. Por su objetivo han pasado rockers, mods, psicodélicos, heavies, punks, red skins y también reguetoneros, es decir, la práctica totalidad de tribus urbanas que han convivido en ambas orillas del Bernesga. Durante una hora hablamos de lo que pasa cuando meas contra el viento, intentamos descifrar por qué no es lo mismo vaca que baca y contamos esa larga docena de tatuajes que marcan su cuerpo, entre ellos, varias calaveras, dos golondrinas, un buda y una pistola, por si las moscas. ¿Cuándo perderá León a Santos o viceversa?, le pregunté, «cuando tenga la nevera vacía», me respondió. Puede sonar exagerado, pero yo me lo creo porque llega un punto donde el currante de a pie, ese que no le debe nada a nadie, observa cómo las oportunidades siempre caen del mismo lado, «enquistados institucionales», en palabras de nuestro protagonista. Podemos presumir del Musac, del Cáliz de Doña Urraca y de tener un Instituto Leonés de Cultura, pero nos iremos quedando sin artistas porque hay que comer todos los días. Espero que este no sea el último revelado de Santos Perandones porque ya saben ustedes que un buen cazurro nunca cesa, no se rinde.
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