jose-alvarez-guerrab.jpg

El truco del electromocho

18/06/2021
 Actualizado a 18/06/2021
Guardar
Qué tiempos aquellos del ‘recibo de la luz’ que tanto maldecíamos. Quién los pillara. Y mira que nos quejábamos. Y cuando digo tiempos, no me refiero a antes de ayer, no. Me refiero a hace, ¿cuánto, setenta años? Más o menos.

Por aquél entonces era un papelín liso y llano, un recibo, que hasta te pasaban a cobrar a tu casa, un recibo de aquella empresa que se llamaba ELSA (Eléctricas Leonesas Sociedad Anónima) y que, creo recordar, tenía las oficinas en la casa de Roldán. Allí empezó como cobrador el que luego sería un gran empresario muy conocido en León.

Aquellos tiempos en que la empresa Romanillos se instaló en León fabricando un contador que no se podía trampear (la cosa era bastante sencilla, pues la carcasa era de vidrio y se podía así ver cualquier cosa que se le hiciera).

Los tiempos pasan, y los tiempos cambian, y el recibo de la luz (en realidad de la electricidad, aunque siempre dijimos ‘de la luz’) se fue convirtiendo de un recibo, sin más, con cargo en cuenta, al mismo, pero con tarifa diurna y nocturna, que luego podía tener diversas posibilidades de contratación. Algo así como un recibo que, como un virus mutante, unas veces era una cosa y luego otras, con posibilidades múltiples, pero, eso sí, cada vez más caro.

Por cosas de la vida que no vienen al caso, yo mismo, durante años, trabajé como arquitecto para Iberduero, luego Iberdrola, y viví la transformación del sistema desde tener el contacto con un director provincial, Aurelio, amable y comunicativo, deseoso de facilitar cualquier contacto, conmigo y con el público, a contactar con un teléfono que estaba, creo, en Bilbao (o vaya usted a saber dónde) con unas personas amables, sí, pero absolutamente distantes e impenetrables.

Y aquí estamos hoy, en plena revolución electrificada o electrificante, tanto, que, como nos descuidemos, nos van a cambiar nuestra forma de vida. Quién lo iba a decir.

Nos están haciendo el favor de dar un suministro ecológico y sostenible, dicen. Eso sí, muy caro, porque así son estas cosas. Aunque no hemos de preocuparnos, pues nos ofrecen la posibilidad de, estudiando bien la lección, ahorrar un montón.

Y así, de sopetón, tenemos un nuevo ‘recibo de la luz’, aún más ininteligible que antes (¿alguien se leyó, alguna vez, toda la letra explicativa, por supuesto pequeña, de las hojas que componían el recibo mensual? Y si fuera o fuese que sí, ¿entendió algo?). Bueno, pues ahora, más.

Con esto, las eléctricas se forran, decimos siempre. Bueno, pues sí, no salen mal paradas. Pero quien realmente se forra, quien se lleva el santo y la peana, no son las eléctricas, sino el Estado, casi el 70% del total, por diferentes artes de birli birloque, IVA incluído, Estado que, por supuesto, no renuncia ni a un céntimo de lo que le toca (aunque bien podría).

Claro usted puede ahorrar mucho si utiliza las horas valle, que tienen un precio irrisorio (menos de lo que nos cuentan). Lo malo es que están tan estratégicamente puestas que, si quiere usted funcionar como lo ha hecho siempre, como lo han hecho sus padres y sus abuelos, no va a poder, porque mire usted qué casualidad: cuando hay que preparar la comida, el desayuno, las labores de la casa, el aire acondicionado donde lo tengan, ¡vaya!, son las horas punta. Maldita sea.

La lavadora, el lavaplatos y el horno son los aparatos malditos. ¿Quiere usted la ropa o los platos lavados a buen precio? Pues nada, lo pone a partir de las doce de la noche y se va a la cama, pero rece que no se queje algún vecino o que tenga un escape de agua, porque le va a costar la torta un pan. O se espera usted al fin de semana, que como sea una familia un poco numerosa, ya me contará cómo lo hace. ¿Y el horno? Hicimos una prueba, palabra que es cierto, asando un pollo por la noche, pensando en dejarlo en un punto suficiente como para terminar a la hora de comer del día siguiente. Acabamos a las dos y media de la madrugada. ¿Bien, verdad?

Así que, o se convierte usted en ave nocturna, o no hay nada que hacer.

Es cierto, ni qué decir tiene, que se nos ofrecen alternativas según sea tarifa PCPT, VTAH, AHHV, OLETUTÍA o cualquier otra, en un galimatías que, dados los tiempos que corremos en que el personal está a la que salta (decía mi abuelo materno que en este país el que no corre vuela, vaya que sí) lo mejor va a ser aquello de «virgencita que me quede como estoy» y a rezar.

O sea, que ahorramos un montón cambiando nuestros hábitos para pagar, con suerte, lo mismo de antes, que no creo.

Una nueva normalidad, esta vez electrificada, muy ecológica (¿?), y muy cara.
Lo más leído