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El trofeo leonés

11/03/2015
 Actualizado a 15/09/2019
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En la tarde del próximo martes, el patio del Colegio Leonés San Isidoro vivirá una gran fiesta. No porque el centro celebre la suya –que también– sino porque, un año más, tendrá lugar la final del Trofeo Leonés de minibasket, que en tiempos se llamó ‘San José’ y, oficiosamente –al menos entre los chavales– se conoce hoy como ‘Trajanito’. Y es que la mascota creada en 1996 por José Luis Barrero con motivo del centenario del Colegio Leonés, es ya una de las tarjetas de visita del centro.

La final del Trofeo es toda una fiesta, créeme. Si puedes, pásate a partir de las cinco y media de la tarde, y tendrás ocasión de comprobarlo… Y ya me dirás si tengo razón o no. De hecho, no exagero al decir que es uno de los partidos de niños que más expectación genera cada año en la capital leonesa.

Pero, además de eso, todo lo que lo rodea, como las finales de los concursos o la entrega de premios y recuerdos –las carpetas, las patatas y las coca-colas son un clásico– hacen que sea una jornada inolvidable para cientos de niños de diferentes colegios que, orgullosos, son esa tarde sus mejores embajadores en el prestigioso centro de la plaza de San Isidoro.

Seguro que al oír hablar del Colegio Leonés, piensas rápidamente en baloncesto; y no es para menos… Unos cuantos años han pasado ya desde que José Belinchón apostara decididamente por el deporte de la canasta en el centro educativo, confiando a Pepe Estrada su organización.

Un Pepe Estrada que nunca ha dejado de ser el director de orquesta baloncestístico, y a quien se debe que el Colegio Leonés sea un referente de este deporte, no solo en León –con una trayectoria abrumadora– sino más allá de nuestras fronteras. Aunque su mayor éxito, quizá, sea haber conseguido que en el colegio se respire baloncesto, y que cientos de sus alumnos no dejen de pensar en el balón naranja.

Hace ya treinta y ocho años –que se dice pronto– que arrancó el primer Trofeo Leonés y, desde entonces, miles de chavales han participado en él. Unos pocos han llegado a dedicarse profesionalmente al baloncesto; pero todos ellos han sido, de alguna forma, auténticos protagonistas en el campo.
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