21/06/2016
 Actualizado a 17/09/2019
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Si hubiera que resumir en un eslogan lo fundamental de la presente campaña electoral, este podría ser: «Todos contra Rajoy». En realidad todos no. Habría que exceptuar a algo más de siete millones de votantes. Es verdad que si el PP, como los demás partidos contrincantes, fuera un ser personal, jamás postularíamos su beatificación, pero, puestos a comparar candidatos, cabe señalar algunas diferencias significativas.

Se dice que el líder de Podemos es muy listo. También los timadores de la estampita lo son, pero su éxito se debe fundamentalmente a la ignorancia y avaricia de la víctima. En realidad lo que busca es el poder en provecho propio, y no hace falta ser un genio para saber que en el hipotético y no imposible caso de gobernar nos llevaría a la ruina.

Quienes presumen de estar limpios de corrupción y apenas han tocado poder o dinero no tienen gran mérito y parecen desconocer la condición humana, puesto que una vez que se alcanza el poder la tentación de aprovecharse es inevitable y la caída en muchos casos también. Lo grave sería que, una vez descubiertos los corruptos, quedarán impunes. Afortunadamente los pertenecientes al partido gobernante que han sido pillados están en la cárcel o en proceso.

Resulta peligroso que se metan en política aquellos que no tienen otro medio de vida. No es desencaminado pensar que más que servir a España busquen sus propios intereses. Alguno estaba hasta hace poco enviando currículums. Dígase otro tanto de quienes desean tocar poder a cualquier precio. En este sentido la situación de Rajoy es más aceptable, puesto que tiene una profesión mejor remunerada que la presidencia del gobierno y ha llegado ya a alcanzar los más altos cargos. Añádase a esto la experiencia. No es lo mismo haber empezado desde abajo como concejal, consejero, vicepresidente, ministro en varios departamentos y presidente, con todo el realismo que esto conlleva, que querer empezar siendo presidente del gobierno. Entiendo que en la actual coyuntura no estamos para experimentos.

Ciertamente no proponemos la canonización de Rajoy, ni mucho menos la de su partido, pero esa demonización de quien, a pesar de tanta gente en su contra, sigue siendo con mucho el más votado de todos, es tan descarada que pone en evidencia a sus detractores, que ya quisieran ser como él en conocimientos, experiencia, madurez, aplomo, serenidad, realismo y amor a España. Sabemos que no está bien visto decantarse por alguien, pero hacerlo en estas difíciles circunstancias es un acto de responsabilidad.
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