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El tren de Matallana, el tren de Gamoneda

03/06/2023
 Actualizado a 03/06/2023
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En invierno, me asomaba al balcón de nuestra casa, un séptimo piso ubicado en la avenida Padre Isla para chequear qué viajeros de los que esperaban en la puerta de la Estación de Matallana en León, situada enfrente, podían ir a mi pueblo. Quizá, deseando llegaran pronto los días estivales en que de repente, el ladrido de hierro repiqueteaba estruendosamente por todo el valle rasgando el silencio de las primeras horas de la mañana. Sabíamos que ese era el preludio de que la barrera rojiblanca del paso a nivel cortara el acceso por carretera con la contrariedad consabida de conductores. Con viandantes y ciclistas era otra cosa, pasaban fugazmente con disimulo. Comenzaba así la cabalgata presidida por su férrea majestad, ya fuera aquella que según mi madre bautizaran con el imposible nombre de ‘La Zabalinchaurreta’ o cualquier otra, que saliera de su palacio estacional.

Entonces yo acudía puntualmente a la cita sentándome en uno de los escalones que daba acceso a la casina que heredamos de los abuelos. Fijaba los codos sobre las rodillas con el fin de sujetar bien la cabeza. Comenzaba el trajín diario de contarlos y verlos pasar.

A veces venían tantos y tan rebosantes de carbón, que una sola locomotora no podía soportarlos, de tal manera que la máquina enfilaba la cuesta superado el tramo del paso a nivel resoplando como una vieja dama asmática. Y entonces no le quedaba otra que regresar a la estación nodriza para recibir el aporte de otra locomotora en auxilio con la que completar el trayecto hasta Bilbao.

Otras veces traían el correo amarillo, o el azul mixto, con los viajerines que Paco el taxista se encargaba de repartir a sus hogares más próximos.

La Estación de Matallana nació por y para ese tren hullero que marcaba ritmos y paisajes con su devenir sonoro, cargado de personas y animales, mercancías y minerales. Cientos de historias para un centenario, el del tramo de Feve entre León y Matallana, que el pasado miércoles, 31 de mayo, por iniciativa del Ayuntamiento de Matallana y en la Casa de las Culturas, fue palabra y recuerdo en los labios de un poeta sabio, Antonio Gamoneda, leonés de adopción, premio Cervantes, y uno de los últimos de la Generación del cincuenta, una generación profundamente social que asumió el papel reivindicativo y humanizador de la palabra abanderando la continuidad de un tren que se muere: «El tren fue crucial para el desenvolvimiento de las relaciones. Hoy no ha desaparecido esa necesidad. Los descendientes hoy están aquí . No se trata solo de conmemorar el pasado, sino de hacerlo presente. No es solo un derecho sino una necesidad».

Y el poeta, con esa clarividencia que tienen los que ven más allá eligió un término: trampantojo, según la RAE trampa o ilusión con que se engaña a alguien haciéndole ver lo que no es, pensando quizá no en el tren, sino en los que manejan su invernal destino.
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