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El tren de la muerte

06/01/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Mi padre era de la quinta del 43 e hizo la mili en Calatayud. Días antes de la tragedia del túnel de Torre del Bierzo, de la que se cumplen ahora 75 años, y cuya memoria honramos, mi padre había viajado para pasar la Navidad en Ponferrada. Probablemente lo hizo en el mismo convoy que pocos días después protagonizaría el accidente ferroviario más cruento de España, y dicen que de Europa. Donde perdieron la vida cientos de personas, familias enteras y hasta un equipo de fútbol gallego al completo. Una tragedia terrorífica que el régimen franquista ocultó todo lo que pudo. Mintiendo y silenciando a conciencia.

Mi padre me contó más de una vez lo que vivió en aquel viaje suyo de finales de diciembre de 1943, días antes de la catástrofe. Una vez iniciado el descenso del convoy desde Brañuelas, la velocidad comenzó a ser excesiva y muchos viajeros se asustaron. Mi padre y otras personas buscaron al revisor y le manifestaron su miedo de que el tren pudiese descarrilar. La respuesta de aquel remoto ferroviario fue demoledora: «Si el maquinista no consigue frenar el tren, yo me tiro en la estación de La Granja».

Luego, milagrosamente, el maquinista logró dominar el enorme y destartalado tren, y el revisor no tuvo que lanzarse por el hueco de la portezuela, ni tampoco muchas otras personas con él, incluido mi padre, y eso que era un hombre más bien temeroso. Pero la vida estaba en juego.

También me contaba mi padre que muchas veces en Ponferrada no se podía subir al tren porque el acceso estaba impracticable debido a la infinidad de personas que viajaban de pie, y que ocupaban todo el espacio de los vagones y también de sus plataformas, convirtiendo en una tortura el acceso a los retretes. ¿Y qué hacían los viajeros?, le pregunté. Y mi padre me dijo que grupos de hombres situados en el andén izaban como podían a los viajeros y sus equipajes, y los metían en el vagón por las ventanillas, contando con la solidaria colaboración de quienes venían a bordo desde Galicia, apretados como sardinas en lata. Así eran entonces los trenes de Iberia. Y es que las cosas han mejorado muchísimo, ¡solo faltaría! Sin embargo eso no nos consuela mucho a los bercianos, que hemos quedado en tierra de nadie en el plano ferroviario. En esa vía moribunda que une León con Monforte de Lemos. Línea donde se llegó a proyectar un AVE y donde seguimos con el mismo trazado que en 1880, aunque, eso sí, las traviesas son del siglo XX, y no del XIX, como pasa en Extremadura. Algo es algo.
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