¿El trabajo es salud?

16/02/2016
 Actualizado a 01/09/2019
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Siempre he mostrado mi predilección por el burro (y en los últimos tiempos, a la vista de hasta dónde nos están llevando los listos, mucho más), creo que lo único que no les hace justicia es el nombre y la maldición que les ha supuesto tener que llevarlo siempre en el DNI, por más esfuerzos que haya hecho Juan Ramón Jiménez.

No conozco a nadie que hable mal de los burros (de los animales) por más que las leyendas urbanas cuenten mil y una perrerías, seguramente para justificar su injusto nombre;aunque en verdad tengo que confesar que sí conocí una fechoría de uno de ellos, que le comió la mano a su dueño, al que dejó manco y, además, como último habitante de un pueblo de montaña, por lo que era un espectáculo ver cómo el buen paisano se abría camino en medio de las nevadas espalando con una sola mano. Y cuando digo «buen hombre»es porqué recuerdo como él justificaba al burro: «Estaba entero y no había burras en veinte kilómetros a la redonda...». El resto ya lo imaginan, muy humano.

Pero al margen de la disquisición autojustificativa con esta raza hay en la fotografía una evidencia que no requiere mayores explicaciones. Un burro está trabajando y el otro no, uno está a la intemperie y el otro no del todo...

Las preguntas son obvias: «¿Cuál está más saludable?, ¿cuál tiene mejor pelo?, ¿cuál está más lustroso...».

Pues ahora vuelve con la maturranga de que «el trabajo es salud».
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