09/04/2019
 Actualizado a 19/09/2019
Guardar
El timo de la estampita dicen que tiene su origen en los inicios del siglo XX. Un supuesto tonto llevaba un sobre supuestamente lleno de billetes de mil pesetas, diciendo que eran estampitas que un supuesto listo y aprovechado le compraría por cierta cantidad de dinero. Una vez abierto el sobre, descubría que eran papeles sin valor, o estampitas. Entre tanto el timador ya había huido. La persona engañada acudiría inmediatamente a denunciar el robo, pero ya era un poco tarde. Además, pensándolo bien, no merecería la pena hacer muchos esfuerzos por buscar al ladrón, dado que el timado lo tenía muy merecido: primero por incauto y segundo por aprovechado, pues no le importaba robar al presunto tontito.

El timo de la estampita se repite en una nueva y actual modalidad cada vez que hay elecciones. El político correspondiente lleva en la mano un sobre lleno de promesas electorales que no son más que humo, a cambio de que el ingenuo votante le dé su voto, que a la larga se convertirá en poder y dinero. Cuando llega la cruda realidad el votante se da cuenta de que le han engañado miserablemente. Probablemente protestará y se lamentará, pero será ya tarde. En realidad no tiene derecho a protestar, pues se lo ha ganado a pulso.

A todos nos viene a la mente en este momento el nombre de un líder político que es un verdadero especialista en ofrecer a los electores casi todo lo que ellos quieren y desean. El sobre está lleno de ofertas muy golosas, más aun, ya no parecen meras promesas sino realidades, al estar refrendadas por los consiguientes decretos-ley. Eso hace que muchos de los presuntamente beneficiados no se lo piensen dos veces y le den el voto, tan contentos y felices como el comprador de las estampitas, convencidos de hacer un buen negocio.

Los que hemos participado durante más de cuarenta años en los diferentes procesos electorales que han tenido lugar en España desde la transición, recordando los diversos programas políticos y observando la consiguiente alternancia en el poder, tenemos ya un poco de experiencia para saber quién cumple o no cumple lo que promete, quién crea empleos o los destruye, quien busca el bien de la sociedad o quién mira solamente su propio interés, quien busca la paz o quién sólo genera confrontación. Pero no estamos seguros de que las generaciones más jóvenes puedan tener las ideas tan claras. De ahí nuestro fundado temor a que sean muchos los que no sean capaces de defenderse de los nuevos y hábiles timadores de la estampita.
Lo más leído