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El tiempo es relativo

21/03/2022
 Actualizado a 21/03/2022
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La primavera ha perdido brillo. Doce meses atrás recuperábamos algo de la ansiada libertad limitada por el coronavirus, un año después de haber estado encerrados en un duro confinamiento. En este 2022 esperábamos una primavera feliz, extasiante de vida, capaz de dejar en el olvido el trance de la pandemia, pero los planes se han truncado y en lugar de hermandad y prosperidad afloran masacres, estanterías vacías y ruinas. El aumento de las horas de luz ha llegado con más sombras y el calor que hace hervir la sangre llega de la cabeza, no de las hormonas.

Según el famoso Reloj del Apocalipsis del Boletín de Científicos Atómicos estamos a cien segundos de la medianoche de la extinción, que suena tan romántico como tenebroso. Más oscuro todavía si se compara con el año 2010, de dura crisis económica y cambio climático, en el que la Humanidad tenía todavía seis minutazos, 360 segundos para el fin de nuestros días. El miedo paraliza, pero el tiempo sigue corriendo. En muchos sentidos parece que lo hace en dos direcciones diferentes, hacia atrás y hacia el fin. Y esto mirando la hora desde el primer mundo. Einstein demostró que el tiempo es relativo. También dijo que no sabía cómo sería la Tercera Guerra Mundial que el otro día ya mentó públicamente uno de los que pueden apretar el botón, pero si sabía que la Cuarta Guerra Mundial sería «con palos y piedras».

Veo el recordatorio en el calendario para pasar al horario de verano justo debajo del que indica el cambio de estación y no encuentro los dibujines tan amables como pretenden ser. Me indigna su cursilería extemporánea en momentos de iconografía épica y acerada, de discursos bravos y grandilocuentes en grandes estadios. Ojalá fueran más cursis todavía y en lugar del tiempo de Einstein acotaran el de Shakespeare, el que «es muy lento para los que esperan, muy rápido para los que temen, muy largo para los que sufren, muy corto para los que gozan, pero para quienes aman, el tiempo es eternidad».
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