El tiempo en los últimos días

24/09/2019
 Actualizado a 24/09/2019
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El estertor de las vidas, la hoja roja de Miguel Delibes, el cambio de estación o el comieron perdices abren la puerta a los tiempos finales que tienen en sí mismos su propia cadencia. Pero bajo las huellas de la guerrilla franquista los tiempos se quiebran, porque el recuerdo imaginario no admite calendarios en una ciudad en la que no encajaba más que la espera. Y el llanto. Era la ‘ciudad de la selva’, perdida en los montes republicanos de Galicia, donde sobrevivir era doctrina y siempre se vivían los últimos días. Día tras días, tras día, hasta el día. Compartir el silencio que dejaron las vidas de la selva, tocar las piedras que recuerdan cada paso, es recuperar una historia que ha marcado lo que hoy somos, un quiebro, un silencio a gritos. Seguimos siendo el revólver y el cadáver donde acostar la bala a la vez. Y seguimos cojeando del mismo lado, mientras hablamos de unidad y de diferencia a partes iguales. La balanza se cae en los últimos días de todo, hacia aquello que no nos junta. Lo que puso fin a una ciudad donde ondeaba la bandera tricolor. Es curioso husmear entre las vidas de los maquis, desnudando su maleza oculta a la intemperie, como paradoja de sí misma, y recuperar hoy el testigo de los ‘fuxidos’. De este lado, la ley y el orden que alguien dijo que lo era, del otro, quien no respeta o que alguien que ha marcado la línea roja dijo que se había saltado. Siempre en la misma noche, estrellada, pero sin luna. Caminando en paralelo sobre las huellas marcadas de un pasado que no nos es ajeno hoy. Cambian los trajes y las capas bajo el tricornio, pero el engaño de que el pueblo elige sigue latiendo, pese a los muertos en las cunetas que se quedaron sepultados en la creencia del poder de esa voz que ahora se ningunea. Tal vez sea el momento de pararse a mirar atrás para darse cuenta de que sigue cargada la metáfora de las armas que ahora tiran de mordaza y barrotes.
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