19/06/2015
 Actualizado a 14/09/2019
Guardar
Cuando me sucede como hoy, que no sé de que demonios escribir, siempre acabo hablando del tiempo, como cualquier ciudadano que se encuentra con un desconocido en un ascensor y, para romper el pesado silencio, dice la archiconocida frase: «¡Vaya calor que hace!». El tiempo, señores, está loco. No hace falta más que ver las noticias en la tele o leer en el diariolas inundaciones que han habido estos días en toda España, con muertos incluidos, en lugares tan dispares como Madrid, Olot, Valencia o Gijón. Si, si, Gijón. Ya no sólo pintea en Gijón. La tormenta caída el sábado pasado convirtió a sus calle en verdaderos canales de agua, sólo que con muy mala leche. El tiempo está cambiando. Hace más calor, tenemos periodos de sequía prolongados, (la pertinaz sequía del General), pero, ¡ay amigo!, cuando llueve lo hace sin conocimiento, causando daño.

Esta historia la llevan anunciando los científicos un porrón de tiempo. El ídem, se ha vuelto más extremo, más radical, más imprevisible...(¿a que os parece que estoy hablando de política?, jeje). El cambio climático, algo tan evidente que solo unos cuantos cantamañanas se atreven ya a negar, va a producir hambre, peste y muerte...y, seguramente, también guerra. Ya tenemos galopando a toda mecha a los cuatro jinetes de la Apocalipsis. Lo que resulta aterrador es comprender que hemos sido nosotros los que lo hemos producido. Nadie como el hombre para joder al hombre. El hombre, el rey de la creación, es tan imbécil que piensa que el puede con todo, incluso con la naturaleza. Claro,ésta, que tiene mucha paciencia, se cansa de vez en cuando y con sus hechos nos recuerda que somos una cosa minúscula, con ningún poder si nos ponemos a compararnos con ella. Pero, aun así, sabiendo lo que se nos viene encima, reconociendo que somos los culpables de lo que está pasando, seguimos haciendo el oso, produciendo residuos a lo bobo, envenenando la tierra y el mar, agrediéndoles con el uso masivo de pesticidas, abonos inorgánicos que son pan para hoy y hambre para mañana, vertiendo toda la mierda posible al mar, talando los bosques, nuestros amigos, para que unos cuantos desaprensivos se sigan haciendo más ricos. Que nos den. Todo lo que ocurra lo tendremos merecido. Nos lo hemos buscado, lo hemos logrado a pulso.

Por eso, cuando me encuentre con un desconocido en un ascensor y me diga algo que tenga que ver con el tiempo, le pegaré un cachazo en la cabeza. Y no tendré remordimientos. Incluso sonreiré.

Salud, hoy más que nunca, y anarquía.
Lo más leído