El terremoto más antiguo de León fue en la Cabrera

Los investigadores Fernández Lozano, J. Mª Toyos y Andrés-Bercianos presentan un estudio sobre los dos terremotos más antiguos de la provincia, en Manzaneda de Cabrera

Fulgencio Fermández
29/05/2020
 Actualizado a 29/05/2020
Al interés paisajístico que ya ofrecía esta comarca leonesa de La Cabrera se suman ahora los restos de aquellos dos terremotos. | J.F. LOZANO
Al interés paisajístico que ya ofrecía esta comarca leonesa de La Cabrera se suman ahora los restos de aquellos dos terremotos. | J.F. LOZANO
La Bañeza acoge este viernes la sesión científica virtual número 78 de la Sociedad Geológica de España (se repetirá de forma presencial cuando sea posible) en la que una de las ponencias será la que firman Javier Fernández-Lozano, José María Toyos y Rodrigo Andrés-Bercianos, que lleva por título «Estructuras de deformación sinsedimentaria en el Ordovícico Inferior del Anticlinal de Manzaneda» y en la que se desvela el hallazgo documentado de «al menos dos terremotos que ocurrieron en la misma zona hace 470 millones de años», según explica uno de los ponentes, el geólogo y profesor de la ULE Javier Fernández Lozano.

Ese viaje en el tiempo, a hace 470 millones de años, es el que nos lleva a «un periodo de la historia geológica de nuestro planeta conocido como Ordovícico que corresponde a la Era Primaria o Paleozoico, que significa vida antigua».

Recuerda Lozano que en ese periodo histórico de nuestro planeta, la zona occidental de la provincia formaba parte de un gran océano, llamado Reico. Este océano, «rebosante de vida, era muy diferente a lo que estamos acostumbrados a ver, contaba con artrópodos y gusanos que campaban a sus anchas por los fondos marinos. La configuración de los continentes era muy diferente a la que conocemos en la actualidad, pues lo que hoy es la península ibérica se situaba cerca del hemisferio sur en aquellos momentos. León formaba parte del litoral de un continente ya desaparecido, que tenía gran actividad sísmica y volcánica, responsable de las rocas volcánicas de Truchas, sobre las que se sitúa el Sagrado Corazón». Yexplica que podríamos imaginar grandes erupciones volcánicas, como las que ocurren en el llamado cinturón de fuego del Pacífico, acompañadas de fuertes terremotos. «Y dos de estos grandes episodios sísmicos han quedado registrados en Manzaneda de Cabrera», que es lo que ahora documentan en esta ponencia de la SGE.

Entre los datos que aportan estos «detectives del Planeta» —así define Lozano a los geólogos— a partir del registro geológico conservado en las rocas hasta reconstruir los procesos y organismos que vivieron en el pasado. Y explica que «para que puedan mantenerse casi intactas después de tanto tiempo, la magnitud de esos terremotos debió ser lo suficientemente elevada para que se conserven en la roca, pues los terremotos más pequeños no suelen dejar huella».

Para entender esta magnitud explica que «por ejemplo, hoy en día los terremotos que han ocurrido en la zona de Manzaneda no superan los 2.5 grados de magnitud. Son prácticamente imperceptibles para los habitantes de una provincia en constante movimiento. Sin embargo, los restos de los terremotos preservados en el paisaje de La Cabrera debieron superan los 5º y podrían haber llegado incluso a 8º de magnitud. Ya que sus huellas son perceptibles en forma de requiebros en la roca y otras estructuras complejas con fuerte deformación».

Para hacernos una idea de lo que esto supone, un terremoto de 8º «causa la destrucción de edificios, carreteras y gaseoductos en 250 km a la redonda del epicentro o zona donde se produce el terremoto en la superficie terrestre. Contamos con numerosos ejemplos recientes ocurridos en zonas con gran sismicidad como China, Chile o Perú. Terremotos de estas características suponen importantes pérdidas humanas y socioeconómicas. «Sin embargo, hace 470 millones de años, sólo la fauna marina se vio afectada por este evento. Desapareciendo durante estos cataclismos y volviendo a reinar en los fondos marinos tras la vuelta a la calma», según Javier Fernández Lozano.

Para llegar a situar estos terremotos en Manzaneda de Cabrera hay un proceso de años, recuerda Lozano que «en 2012 realicé un primer trabajo en la zona y localicé varias de estas estructuras. Sin embargo, no fue hasta el año pasado cuando contacté con otros geólogos del Instituto Geológico y Minero de España y el Parque Tecnológico de León, para abordar el estudio desde diferentes perspectivas. Gracias a los drones obtuvimos una imagen aérea de alta resolución» pues, explica, una fotografía, tomada a 50 metros de altura permite observar una moneda de 2 euros en el suelo. «A partir de esta imagen se pudo realizar una cartografía geológica detallada, que permitió establecer la disposición de estas estructuras y la relación con los fósiles que aparecen sobre ellas. El poder delimitar bien las zonas donde aparecen y establecer las variaciones que se observan en las capas de roca permitió identificar nuevos restos. Ello nos hizo concentrarnos en este sector en particular, que adquiere un enorme valor como lugar de interés geológico para la provincia».

Aunque la mayor influencia fue sobre el mar sí hubo otros fenómenos asociados a aquellos terremotos que «debieron de venir acompañados de fuertes erupciones volcánicas pues fue un momento de excepcionales convulsiones geológicas que debieron afectar a la fauna marina del lugar. Eventos catastróficos que durarían escasos minutos, pero que no dejaron huella alguna de restos biológicos que desaparecieron momentáneamente, para volver una vez alcanzada la calma. Esta situación debió de repetirse, al menos dos veces en el Ordovícico, como nos muestra el registro geológico».

Los restos de estos podrían ser hoy un destino turístico pues han quedado preservados en las rocas cuarcíticas, «esas mismas que dan resalte y realzan la belleza natural del paisaje de La Cabrera. Pero también los restos de actividad orgánica que volvió a colonizar estos fondos tras estos eventos catastróficos. Las trazas de los trilobites, denominadas cruzianas y las huellas de unos gusanos de hasta 50 centímetros que esperaban al acecho de alimento en galerías verticales que han quedado preservadas en la roca, todavía son visibles». Y hasta propone Lozano un recorrido. «Viajar a esta zona que ya hemos apodado el “Anticlinal de Manzaneda” es viajar al pasado geológico de esta comarca, sumergirse en sus aguas y ver a nuestro alrededor un universo de organismos que nada tienen que ver con los que conocemos en la actualidad. Sólo hay que ponerse las gafas de ver geología para entender este episodio de la historia de este lugar. Sin duda, estos restos deben de protegerse por la importancia que tienen, y debería catalogarse la zona como un Lugar de Interés Geológico (LIG), que acompañe a los lagos glaciares de Truchillas y La Baña, de excepcional valor geológico y natural. Esta zona cuenta, además, con importantes restos de minería aurífera romana . Allí uno puede leer la historia de nuestro planeta desde el pasado más remoto hasta las primeras civilizaciones que ocuparon la zona. Sin duda un entorno con un valor incalculable».En esta zona se ha a documentado algún terremoto reciente, sin embargo, Lozano ha confeccionado un ‘mapa histórico’ de ellos. «Los terremotos históricos ocurridos en la zona y registrados desde el año 1370 por el Instituto Geográfico Nacional han sido hasta el momento 7. Ninguno de ellos supera los 2.5º de magnitud. Es decir, se trata de terremotos menores, prácticamente imperceptibles para el hombre. El más próximo se sitúa en la misma zona de estudio, al sur de Manzaneda. Ocurrió pasadas las 9 horas de la mañana del día 27 de agosto de 1999. Nada comparado con lo que debió ocurrir aquel día del Ordovícico, cuando esta zona de León, que hoy alberga Manzaneda, tembló dejando el rastro que millones de años después hemos podido estudiar».

- ¿Hay peligro de nuevos terremotos en esta zona?
- No, en la actualidad no se dan las condiciones geológicas necesarias para que este tipo de eventos catastróficos puedan suceder. Por tanto, podemos estar tranquilos. Seguirán ocurriendo terremotos, pero menores, a tenor de la situación tectónica actual en la que África empuja a Europa hacia el norte a razón de 2.5 cm al año.

Todo un mundo de curiosidades pues, recuerda Fernández Lozano, «la naturaleza sigue sorprendiéndonos. La Cabrera alberga un gran número de elementos singulares de gran relevancia. Nuestra labor como geólogos es contribuir al conocimiento de unos hechos que han quedado registrados en la corteza de nuestro planeta».
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