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El ‘terraceo’

01/06/2020
 Actualizado a 01/06/2020
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Después de más de dos meses sin pisar un bar, para el español medio que le gusta tomar el café por la mañana, el vino del mediodía, el café y la copa de sobremesa, las cañas de por la tarde y los combinados de la noche, así y algo más todos los días, la apertura de las terrazas ha sido un gran alivio.

El buen tiempo de estos días de atrás ha tenido mucho que ver con el hecho de que casi a cualquier hora –como si todas aquellas normas horarias del plan de desescalada para las salidas fueran cosa del pasado– haya gente en las mesas de los bares. Bares que, por cierto y en algunos casos a lo largo y ancho de este nuestro país de picaresca, han contrarrestado la limitación del 50% del aforo colocando veinte mesas donde antes tenían diez.

Los españoles teníamos ganas de bares y de ‘terraceo’ y estos días ha quedado demostrado tanto por parte de la gente que hace las cosas bien, y aquí meto a hosteleros y clientes que han sabido estar a la altura, como por los irresponsables a los que seguramente no les tocó de cerca la pandemia ni se acuerdan de los miles de muertos que está dejando este dichoso virus al que no hemos derrotado. No se olvide, no ha desaparecido, convivimos con él.

En alguna ocasión más le he dicho que hay veces en las que sale más a cuenta dejar que cada uno haga lo que le dé la gana y después se atenga a las consecuencias de no ser consecuentes. Claro, que lo de dejar hacer a cada uno lo que quiera con este gobierno tampoco es muy fácil, pero por lo menos la gente sensata ya sabríamos a donde no ir.

No pueden estar abiertas a determinadas horas las terrazas y hay bares poniendo copas a las dos de la madrugada; no se puede usar la barra y servimos en barra y con palillos –desenvueltos, para dar mayor seguridad al personal–; es obligatorio el uso de mascarilla y la camarera se la pone en la frente porque cada vez que sale con la bandeja a la calle el resplandor del sol y el brillo de las copas le provoca estornudos. Créame, que como se lo cuento me lo contó el viernes una inspectora de sanidad en Cantabria a la que no le quedó más alternativa que sacar el talonario de recetas.
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