El teniente

Por Saturnino Alonso Requejo

Saturnino Alonso Requejo
18/09/2022
 Actualizado a 18/09/2022
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Es el caso que el tío Pericón de Remolina tenía un burro rechoncho yapretado como un gorgoto de lana rucia. Tan era así, que cuando el tío Pericón montaba en él, daba con los tarucos de las madreñas en el barro de calles ycaminos.

Al parecer, había participado, el TENIENTE digo, en el Alzamiento Nacional, llevando ytrayendo recados de los dos bandos contendientes. Aun así, se inclinaba, como quien no quiere, en las promesas yhaceres del franquismo.

El TENIENTE era un burro ‘entero’, pues no había conocido las fechorías de la navaja reluciente del Capador de La Puerta. Estaba «en vena», como se decía de los buenos poetas, que, en este caso, se trataba del asunto sexual. Y, tanto en la cuadra como en la calle, desenrollaba el ‘badajo’ negro, que le llegaba hasta el suelo, para la admiración de las ‘Moscas Cojoneras’.

Como el Capador de La Puerta no trabajaba a jornal, tenía la buena costumbre de llevarse las TURMAS de las reses castradas para hacerse un guiso con fundamento. Lo comido por lo servido.

Tan entero y salido andaba el TENIENTE que, cuando venía la Cartera de Las Salas con el correo, montada en su carromato que arrastraba aquella burra vieja, el TENIENTE intentaba montarla por encima del carromato, entre los gritos de socorro de la inocente Cartera. Menos mal que la palanca del animal se le enredaba entre los estadonjos de la tartana. Así es que no se cumplía lo que había dicho, el dicho:

«¡Al que Dios se lo dió,
que san Pedro se lo bendiga!».

Porque sucede con frecuencia que:
«Dios da colgaduras
al que no tiene jamones».

Cuando el tío BADAJO, que era más charlatán que la Campana Gorda de la espadaña de la iglesia, se topaba con el TENIENTE, le soltaba una riestra de refranes que no le cabían en su boca desdentada.Le decía:
«Burro con oro,
lo alcanza todo».

«Bien sabe el asno
en qué casa rebuzna».
«El burro que no está hecho a la albarda,
muerde la ATAHARRA».

«El que asno va a Roma,
asno retorna».

«Trillar con burros,
cagar la parva».

Ante este cúmulo de sabios refranes, el TENIENTE levantaba las orejas al cielo, o las dejaba caer si se sentía ofendido.
Se mire como se mire, el TENIENTE era un vecino más apreciado que el huerto familiar o la pareja de vacas de uncir.

Aquí lo dejo, porque ya me está rebuznando mi TENIENTE para que lo saque a echar una parlada con el personal. O por si ha llegado al pueblo alguna burra forastera necesitada de esos favores en los que usted está pensando. Porque, el que más y el que menos, estamos necesitados de que alguien nos eche unun remiendo a un descosido.

¡QUE ASI SEA, y AMÉN!
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