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El temple se destempla

09/08/2020
 Actualizado a 09/08/2020
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Don Aurelio Augurio, tornero fresador de profesión y reconocido especialista en teorías heterodoxas en sus ratos libres (muchos, por jubilación anticipada), rebate una vez más las posiciones de la erudición oficial con sus atrevidos planteamientos y arcanas interpretaciones. En esta ocasión los enigmáticos y siempre polémicos templarios ocupan sus no menos enigmáticas y siempre polémicas pesquisas. Contra lo que defiende el mundillo académico con miras miopes, demuestra que esta fortaleza fue escogida por la estirpe legendaria de caballeros malditos, condenados pero no borrados de la historia, que ocultaron sus intrigas en infinidad de localizaciones disimuladas. Solo un ojo entrenado como el suyo ha sido capaz de descubrir el significado metafísico que encierran estos muros, solo al alcance de una mente como la suya y del visitante que busca la Verdad, con mayúsculas.

Las marcas en las paredes, que otros tomaron por chorretones de agua de las viejas bajantes son para este infatigable descifrador de misterios, la huella de un alfabeto recóndito y perdido. Aquí y allá, donde alguien diría que chocó por error una pala excavadora hace meses (noticia que este medio dio en primicia y exclusiva), él lee en las rozaduras, sin embargo, runas de caligrafía desgastada que confirman la existencia de enigmas recónditos y sin resolver. Aún, asevera don Aurelio, con gesto algo patibulario.

Por si esto fuera poco o, dicho de otro modo, para mayor abundamiento, rebate a los expertos oficiales, interpretando la letra ‘T’ que prolifera en los muros (paramentos, dice el tío), como indicativa de ‘Temple’. Y con qué temple insiste. A nadie se le hubiera ocurrido, comenta ufano, que la T fuera inicial de templario. Respecto al resto de las dieciocho letras que también aparecen grabadas en las paredes, las atribuye a casualidades, «que también existen, leñe, no todo va a ser metafísica», refunfuña.

Por otra parte, don Aurelio, cuya sabiduría popular se combina chispeante con un autodidactismo antonomástico, se ha topado con otra revelación: la insospechada conexión de este edificio con mundos remotos y estelares. Concretamente la torre del homenaje se alinea con el sistema Alfa Centauri. Preguntado don Aurelio si tal alineación no requiere de otro punto más para ser única e irrebatible, declara airado «también se alinea con la casa de mi madre»; dato que explica su interés en tan simpar investigación. Todo cuadra.

Don Aurelio afronta las críticas con un encogerse de hombros: «la envidia, ya se sabe», afirma, «los pioneros siempre fuimos cuestionados». Recuerda los casos de Colón, Madame Curie o el comisario Villarejo. O su propio caso, cuando el pasado año descubrió que la catedral de Astorga es, en realidad, el cenotafio del oso de Favila.

– Oye, eso que lees ¿de qué está hablando?

– Ni idea. La foto de detalle parece del castillo de Ponferrada o del de Valencia de don Juan, vete tú a saber. El texto vale para todos.
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