El taquillero al que no se le cuela nadie

Mario es uno de los seis taquilleros de las piscinas municipales de Valencia de Don Juan en las que este ya es su cuarto verano trabajando y viendo pasar por delante a miles de personas cada día

T. Giganto
21/07/2019
 Actualizado a 18/09/2019
Mario Alonso tiene 26 años y este es su cuarto verano como taquillero en el Polideportivo Municipal de Valencia de Don Juan. | SAÚL ARÉN
Mario Alonso tiene 26 años y este es su cuarto verano como taquillero en el Polideportivo Municipal de Valencia de Don Juan. | SAÚL ARÉN
"Cinco, euros, gracias". "Doce euros con cincuenta, gracias". "Cinco euros, gracias". "Son siete euros con cincuenta, gracias". "Diez euros, señora. Gracias". Y así cuenta Mario Alonso por miles las personas que cada día pasan por delante de la ventana de la taquilla en la que con este ya van cuatro veranos trabajando. A pesar de haber tenido que dedicar los meses estivales a sacar unos euros, a Mario no le faltan los últimos cuatros veranos que ha tenido que estar trabajando en el Polideportivo Municipal de Valencia de Don Juan como taquillero. Dice que el trabajo le gusta, que lo lleva bien, que lo mismo no encuentra otro trabajo como este, que solo se cansa cuando ya han pasado ocho horas en el puesto y que tiene buen rollo con los compañeros. Lo dice mientras sonríe y delata que no miente.

Mario es uno de los seis taquilleros que contrata el Ayuntamiento cada verano para controlar y cobrar los accesos a las populares instalaciones. "Vienen muchos asturianos, muchísimos, y también hay un montón de gente que llega desde Valladolid", cuenta. Él se encarga de pasar las tarjetas de los abonados y de cobrar las entradas individuales. Se sabe al dedillo las tarifas, que no son pocas veces las que le ha tocado explicarlas y también es buen conocedor de la picaresca de lo que se la intentan colar "todos los días". Si le preguntas una anécdota, es la que cuenta, la del padre que llega con su hijo pequeño. "Le preguntas por la edad del niño ya que si tienen menos de tres años no pagan", explica. "El padre dice que dos, pero son muchas las veces que su hijo le hace ponerse colorado porque se encarga el pequeño de recordarme que ya cumplió los tres", dice Mario, a quien ya no le sorprende la maniobra de evasión del pago de la entrada. "Pero no me la cuelan", dice riéndose.

Tanta gente pasa por delante suyo en la taquilla de las piscinas de Valencia de Don Juan que no recuerda la gran mayoría de las caras aunque la suya sí la recuerden y luego le saluden por la calle. "Hay días que acaba uno loco de ver a tanta gente pasar por aquí", reconoce. Los fines de semana son los días de mayor afluencia. Cuando le toca a él entrar a las nueve y media de la mañana para preparar la apertura, que es a las diez, ya le dan el recibimiento unos cuantos usuarios formando fila y esperando a que se abra su ventanilla para coger sitio en el Polideportivo coyantino. "Yo si no es para trabajar aquí no bajo a bañarme", reconoce. Lo suyo es más esperar a que acabe el trabajo de verano a mediados de septiembre para irse a disfrutar de sus propias vacaciones en Asturias. "Me encantan y siempre que puedo, escapo", cuenta. Mario explica también que este final de verano será "diferente" y que es probable que este sea el último trabajando en el Polideportivo. "Ya son muchos", dice. Otros años cuando acababa el trabajo estival tocaba volver a la Universidad de León donde ha estudiado Ingeniería Mecánica. Ahora la carrera universitaria ya acabó y lo que tocará después de septiembre no será hincar los codos, sino ponerse las pilas para encontrar un trabajo 'de lo suyo'.

Seis taquilleros, once personas encargadas de la limpieza, otros tantos para el mantenimiento y una veintena de socorristas. Estos son los empleos aproximados que cada verano contrata el Ayuntamiento para que las piscinas municipales de la localidad funcionen, trabajadores que como Mario no tienen descanso en verano. "Yo hay veces que pienso que no voy a encontrar un trabajo mejor que este en la vida", dice Mario antes de despedirse y de volver a colocarse tras la ventana por la que se le han colado sus últimos cuatro veranos, unas cuantas olas de calor y chapuzones. Pero usuarios, ninguno.
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