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El suicidio como epidemia

12/12/2021
 Actualizado a 12/12/2021
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En el año 2020 se registró el mayor número de suicidios en nuestro país desde que se tienen datos (1906). Según el Observatorio del Suicidio en España, de la Fundación Española para la Prevención del Suicidio (FSME), 3.941 personas se quitaron la vida durante esos 12 meses. Es la principal causa de muerte no natural en España: 2,7 veces superior a los fallecimientos por accidentes de tráfico, 13,6 veces más que los homicidios y aproximadamente 90 veces más que los asesinatos por violencia de género.

Estas cifras, que se traducen en un suicidio cada dos horas, suponen un aumento del 7,4 % respecto a 2019, que el observatorio achaca a un «efecto rebote» una vez que finalizó el confinamiento por la pandemia en primavera del pasado año: en abril los suicidios descendieron casi un 20 % respecto al mismo mes del año anterior, mientras que en agosto aumentaron un 35 %, si se comparan con el periodo correspondiente de 2019.

Además, en este tipo de muertes se aprecia una importante diferencia entre sexos, ya que el 74 % de los suicidios consumados corresponden a varones, casi el triple que el de mujeres. Por edades, el mayor número se produce en la franja de 50 a 54 años, seguido de la que va de los 45 a los 49 años.

Como señala el psiquiatra Pablo Malo, nunca se puede decir que un suicidio se deba a una causa única, pero para nuestra mente es inevitable ir más allá de los fríos datos e imaginarse la soledad, la fatiga y la desesperación que han traído en muchos casos las medidas para luchar contra el coronavirus. Seguramente nosotros mismos nos hayamos visto metidos en muchos callejones sin salida y hasta con la tentación de rendirnos y quitarnos de en medio.

Además, con el suicida se da la paradoja de que los límites entre víctima y victimario no están para nada claros. Tenemos un sentimiento ambivalente hacia el suicidio, una mezcla de comprensión y rechazo, que entorpecen el debate a su alrededor.

Pero, mientras tanto, la gente sigue cayendo como moscas. Y lo más sorprendente es que estas muertes apenas generan la alarma o el impacto mediático de las otras citadas más arriba. No ayuda el mirar para otro lado ni el pretender resolverlo con un «vete a terapia, pavo». A eso hay que sumar que «en España faltan todavía planes o estrategias específicas de prevención del suicidio que también puedan disminuirlo», según denuncia la FSME. Entre ellas, la creación de un teléfono de atención público y específico, dado que ahora las únicas opciones son el 112 –y el consiguiente desvío hacia la atención primaria– o bien el Teléfono de la esperanza (987876006). Porque tener una epidemia no significa que se acaben las otras.
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