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El síndrome de Ipurúa

03/03/2019
 Actualizado a 07/09/2019
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Va camino de ser un tema a estudiar en las cátedras de psicología social. Un caso raro, de complicada elucidación. Por otra parte, también es un caso menor, sí, pero que duele. La pregunta a la que debería responder la ciencia es esta: ¿por qué la Ponferradina se viene abajo en todos los eneros?

¿Por qué un equipo que gana muchos partidos, que va en cabeza, que asusta a los rivales, que es respetado, que parece sólido, empieza a perder de un modo lamentable? ¿Por qué ya no gana nunca fuera de casa, ni siquiera en los humildes campos de entrenamiento, sin público y sin calor, donde compiten los equipos filiales? ¿Por qué naufraga en la hierba artificial y también en la natural? ¿Por qué el equipo avasallador del otoño, pena ahora por escenarios de clubs de medio pelo? Y lo que es dramático: ¿por qué empieza a ser incapaz de ganar en casa a rivales de poca monta?

¿Qué dirá la psicología sobre todo esto? Y, además, ¿por qué llueven las derrotas cuando el club se ha reforzado en el mercado de invierno y, teóricamente, el equipo tendría que ser aún más poderoso que en ese tramo inicial en que lo ganaba casi todo?

Cada uno tiene sus teorías, la mía arraiga en aquel curso en que la Ponfe iba muy bien en Segunda A y era favorita para eliminar al Eibar en la Copa. Aquel curso en que la derrota inesperada y cruel en el partido de vuelta en Ipurúa desencadenó una absurda ruina balompédica que ya no se pudo luego enderezar nunca. Culminando la decadencia, que ya dura tres años, con un descenso plenamente lastimoso, y con Yuri (que lo habría evitado) huido a la remota liga china.

¿Es la Ponferradina una metáfora de los tiempos que corren por el Bierzo? Pues ahí sí que no. Ahí nos plantamos porque el Bierzo va a salir adelante, no lo dudamos los bercianos. No admitimos otra opción y sabemos que se va a conseguir. No será como antaño, desde dos potentes empresas, una pública y eléctrica y otra privada y carbonífera. Eso ya no. Pero sí desde muchas otras posibilidades industriales, aunque sean pequeñas. Desde la osadía, la capacidad de trabajo y la imaginación. El Bierzo no va a descender de categoría. Y ello porque, pese a la crisis y al no injustificado desánimo de algunos, no estamos faltos de talento ni de tesón. Con todo, nos vendría bien que la Deportiva retomara el pulso, que aún hay tiempo para ello. Que los blanquiazules fuesen un elemento más, simbólico y alentador, para la ineludible recuperación de la luchadora tierra del Bierzo.
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