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El silencio de las Cornetas

22/02/2020
 Actualizado a 22/02/2020
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Tuve que llamar a mi querido Jorge Llamazares porque dudaba de la fecha, no así del contenido. Concretamente en el año 2006, él realizaba un programa de radio junto a sus compañeros de banda (por aquella la de Minerva), en la emisora municipal de Valverde de la Virgen. El programa que llevaba por título ‘Más Que Una Semana’ mantenía el pulso cofrade y muchos encendíamos el transistor para enterarnos de lo que se movía en este mundo tan complicado.

Recuerdo especialmente una interviú al abad de una de las cofradías, de esas que hoy siguen manteniendo la tradición de alejar a las mujeres, quien tras contar las bonanzas, excelencias y novedades de la cofradía a la pregunta de uno de los presentadores sobre si se plantearían crear de nuevo la banda, el abad explicó que preferían invitar a las mejores y así quitarse de líos y problemas.

Cojonuda la reflexión, que me recuerda a aquella de Gila donde analizaba sobre el hecho de que si había colillas era porque «alguien había fumado». Por supuesto que las bandas dan muchos problemas, tantos que ni él mismo se los imaginaría, porque en un colectivo tan grande, lo normal no es precisamente que eso sea una balsa de aceite. Efectivamente las bandas y sus componentes dan auténticos quebraderos de cabeza. Precisamente porque ellos son los únicos que están ahí, sin descanso, durante casi todo el año. Es muy fácil y gratuito generalizar y meter a todos en el mismo saco, pero no es justo. Yo, aunque ya no esté dentro, siempre me consideraré componente de la banda del Nazareno, no la de Jesús o la del Dulce, como algunos cursis quieren llamar ahora a la Cofradía, por cierto, esos mismos que a partir del miércoles inundarán las redes sociales, felicitándonos la Cuaresma, como si esto fuera la Navidad o el fin de Año.

Cuando yo empecé en aquellos años, que no eran ni mejores ni peores que los de ahora, pero sí distintos, únicamente desfilábamos tres días: viernes, lunes y viernes (doblábamos con Angustias los años pares). Con el paso de los años el abanico se abrió y acabamos saliendo hasta los días que no queríamos. Por eso abro el melón, porque no me parece mal que se pida una colaboración por desgaste de material a las cofradías que no intercambian banda, por asistir y dar vistosidad a su procesión.

Asumimos los gastos de flores, de mantos de terciopelo con ricos bordados… ¿y cuestionamos un donativo con el que apenas se adquieren dos cornetas o una trompeta? Con los 500 está la solución, o bien de euros o de Paracetamol, si deciden emprender el camino de la creación.
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