24/01/2022
 Actualizado a 24/01/2022
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Una encuesta oficial acaba de dar como resultado que una gran mayoría de los españoles jóvenes no tienen miedo al futuro, mientras que los de más edad no se fían un pelo. Y eso al cronista, le da mucho que pensar. Tal vez se trate de algo visceral, ya que si los jóvenes tuvieran miedo al futuro nunca podrían llegar a viejos en condiciones para valorar el pasado. Tal vez se trate del dilema que tanto preocupa a nuestro Luis Mateo Díez cuando habla de la nostalgia y la melancolía. Él se sitúa siempre de parte de la segunda: «No me gusta la nostalgia, esa otra variante de la tristeza que se alimenta de la nostalgia» dice en su cuento titulado ‘Melancolía’ (Invenciones y recuerdos. Eolas. 2020)

Los neurocientíficos, esos ‘enredabailes’ como la tal Tali Sharot, nos hablan del «sesgo optimista» y ya sanseacabó cayó en viernes. ¡A nosotros, los que la revolución la llevamos a cabo en madreñas, apoyando, eso sí, a la que hacían los jóvenes franceses del 68, eso no nos va ni nos viene. Nosotros creíamos a pies juntillas en lo que escribe Juan Gabriel Vásquez en su gran novela ‘Volver la vista atrás’ cuando dice: «No hay nada más contrarrevolucionario que dejarse distraer por el amor». Pero no el amor cortés, sino el de siempre, el de un hombre y una mujer, y para siempre. Porque, para eso no éramos rebeldes. ¿Pero ese no decía que era de izquierdas? Y míralo. Incluso cuando Neruda acudió a recibir el premio Nobel, después de haber publicado una ‘Oda a Stalin’ y haber dejado tirada a su hijita Malva, nacida con una gran deformidad que, al parecer, su famoso padre no quiso aceptar como obra suya, todo el mundo calló la bica. Sería porque nosotros estábamos acostumbrados a Antonio Machado, a quien se le murió su jovencísima esposa contaminada por los aires nocivos de aquel París de la Francia, la Francia de la Tía Venjamina, la vecina en aquel Vidanes del cronista, que aseguraba que al otro lado de los Pirineos se ataban los gochos con longaniza.

Pero a todo poeta le llegan sus ‘Novísimos’, y no le queda más remido que refugiarse en el «sesgo optimista» reduciendo la melancolía a una pandemia como el Coronavirus: «Siempre me resultó sugestiva esa idea de la melancolía como una enfermedad» escribe Luis Mateo. Tal vez sea esa tendencia del anciano a dejar pasar lo que le quede de vida como quien deja adelantar a un ciclista. Lo del ‘sesgo’ no sabemos a qué se refiere. Debe ser algo a consultar en la Wikipedia. Cosas de los neurocientíficos.
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