El secuestro de la bandera

15/07/2016
 Actualizado a 10/09/2019
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Casualidades de la vida quisieron que me encontrara en tierras lusas para disfrutar de la victoria de la selección portuguesa de fútbol en la pasada Eurocopa.

No es que yo sea muy futbolero, realmente me gusta lo justo, y sé de ello lo suficiente como para mantener una conversación coherente los lunes por la mañana en la trabajo. Si le tengo cierta simpatía al equipo de Barcelona es porque a la hora de repartir, en casa, el Atlético y el Madrid ya estaban pedidos, e incluso había quien decía, seguro que con algo de razón, que yo era del Barsa por joder.

No, no es mi intención gastar una columna hablando de fútbol, que de eso sobra en nuestros telediarios, pero sí le reconozco a este deporte la capacidad de aunar aficionados en torno a él, y más si hablamos de naciones enteras. Portugal al igual que España en las Eurocopas y Mundial ganados, estaba llena de banderas nacionales, y es aquí donde empieza mi reflexión, ya que en el caso de nuestro país, fue la selección de fútbol, cual ejercito en la reconquista, quien devolvió la bandera común de los españoles. Hasta la victoria en la primera Eurocopa la insignia nacional estaba secuestrada por unas ideas políticas, al punto de que el simple hecho de nombrarla te colgaba el sambenito de la comunión con esas ideas.

Hablando con el personal parece que nuestro blasón tuviera los años de nuestra reciente democracia, nada más lejos de la realidad, ya que fue Carlos III, el que hace casi dos siglos y medio la propuso como estandarte naval para sus buques de guerra puesto que la anterior se confundía con la de otras naciones en días de poco viento. Desde aquella solo ha variado el escudo de su interior, manteniendo los colores intactos, salvo, claro está, en la Segunda República, periodo durante el cual el bando republicano impuso sus símbolos, y que también ocupa su importante hueco en la historia de nuestro país. Parece difícil que esto se estudie con un sistema educativo que enseña a los niños lo que es un alce, animal típico de los bosques nórdicos, pero que se olvida de hablar de los corzos de la montaña leonesa.

Por ello, los que en su día colgamos en el balcón una bandera española, sea por simple afición futbolera o por dar contento a la chavalería de la casa, siempre le agradeceremos al fútbol la devolución de lo nuestro, y en nuestra mano está el evitar que se vuelva a pertrechar tan vil secuestro, aunque para ello tengamos que ganar algún que otro torneo internacional. Eso sí, de fútbol, que lo demás no tiene muchas portadas.
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