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El secreto de mi éxito

14/02/2021
 Actualizado a 14/02/2021
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Abres estos días YouTube y te encuentras a un mozo de frente generosa (sobre todo, en el arco superciliar) diciéndote que eres un gualtrapas porque él ha aprendido no sé cuántos idiomas en 100 días y tú no. Y que él te puede ayudar, siempre que compres su libro, claro. O que pagues por uno de sus milagrosos cursos. O que adquieras otro libro que, casualmente, lleva justo ahí bajo el sobaco y que trata, ya directamente, de cómo triunfar en la vida.

Iba a escribir cosas feas de este paisano. O de otros que antaño aparecían en los anuncios de la plataforma de vídeos en ‘streaming’ contando sus experiencias de éxito con el ‘trading’ (lo de jugar a la ruleta rusa de la Bolsa de toda la vida de Dios, pero en inglés) o haciéndose millonarios con tan sólo trabajar media hora al día mientras viajan por el mundo (bueno, y participan de un fraude piramidal). Me iba a detener especialmente con un reconocido estafador cuya cara puebla el mobiliario urbano de Madrid invitándote a que te dejes ayudar, pobre diablo, por sus consejos.

Iba a hacerlo, pero no lo haré. Porque ya bastante feo es todo y porque, como decía la canción de Burt Bacharach y Hal David, «lo que necesita el mundo es amor». En su lugar, aprovecharé esta ventana que me brindan amablemente en ‘La Nueva Crónica’ para hacer un llamamiento: Si usted es una de las personas que se han dejado persuadir por ese tipo de mensajes, quiero escucharle. Porque casi siempre que se tratan temas así se tiende a deshumanizar a los consumidores de estos ‘productos’ como ‘víctimas’ o gente con limitados recursos intelectuales. Recuerdo un vídeo de un ‘artista del ligue’ (algo así como un ‘coach’ para seducir mujeres) en el que, en un momento dado, se veía los rostros de los asistentes a sus ‘clases’. La masa informe de las redes se dedicó a reírse de ellos.

Quiero saber. ¿Qué lleva a una persona a morder el anzuelo? ¿Lo hace desde la desesperación o va de ‘sobrategui’, fagocitando nuevos ‘conocimientos’ para hacerse más fuerte? ¿Cuál es el nivel de satisfacción? En caso de que éste sea escaso, ¿uno se siente engañado, se avergüenza y lo oculta como un estigma? ¿O aquí no ha pasado nada y a otra cosa? Y, especialmente: ¿La ostentación de riqueza y de vanagloria («ésta es la vida/casa/mujer que siempre soñé») que hacen estos ‘caritativos’ no echa para atrás? Se puede entender el mecanismo mental que te lleva a pensar: «Si este ‘notas’ lo ha logrado, yo también», pero: ¿no hemos aprendido que, precisamente, a quienes mejor les va más se ocultan y menos quieren compartir con los demás los secretos de su éxito?
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